domingo, 23 de septiembre de 2012

+Fantasía+


+Ante más de 365 atardeceres a tu lado pude entender que el tiempo no existe, que los límites de la vida sólo uno mismo los impone y que de por sí no existen límites, ni siquiera el cielo o la tierra. No existen las horas, ni siquiera a veces los minutos. Todo se va desgarrando al ritmo de los violines, de ese staccato tan peculiar que nace a partir del tempo que lleva tu corazón y también el mío.
La felicidad es simplemente un estado, lo acompaña una que otra tristeza sobre las teclas de un piano, la marca el sencillísimo momento en el que te sientas a esperar, como si algo fuese a pasar, pero luego nos damos cuenta que simplemente no es cuestión de esperar sino de dejar que el agua atraviese el camino y perderse en ella, en las noches, entre los nubarrones de humo creados por el cigarrillo, el color sangre del vino y las conversaciones mundanas de que de repente se nos ocurren; es cuando de veras comienza a tener sentido.
De repente la música de fondo ya no me interesa porque tus palabras se convierten mi música, en lo que me da para respirar, sin embargo me cuesta aceptar que sea así. Después de tantos errores cometidos, de tantas falsas promesas de seres ajenos a esta, nuestra historia, me veo caminando contigo de la mano, de la mano de nuestra música, de nuestra felicidad otorgada. ¿Qué más da? Simplemente no puede importar lo que digan, si cae la lluvia y nos moja los tobillos, si nos detenemos en medio de la acera a mirar el mar en nuestros ojos y a derramarnos de amor entre las hojas y las ramas de los árboles.+

Un café solitario, el comienzo de la mañana, una más de todas esas que suelen ser el momento más efímero del día, tan rutinario, tan casual. Me veo mirándome los dedos de las manos mientras con el índice derecho hago círculos al rededor del café. Se supone debo mantenerme despierta y enérgica para comenzar el día de la manera en la que los demás desean que lo haga, se supone que debo cerrar los ojos e imaginar que será un buen día, que todo estará bien, pero no es así. Un sentimiento de desasosiego me abruma y me consume. Me pierdo entonces en el humo del cigarro, en el vapor del café, ese que empañó mis ojos y de repente me lanzó al abismo.
Al final del vacío está él, con sus manos extendidas, con el deseo entre los labios, pero me temo que es mejor callar, callar por miedo a pensar demás, por miedo a caer en cuenta que quizás no existe un fondo, que no existe realmente un supuesto fondo el cual debo alcanzar. Él me mira con sus ojos llenos de ganas, ganas de tenerme entre sus brazos y yo nerviosa cierro los ojos para no pensar, para estrellarme contra el suelo, para no confiar en lo que veo, para imaginar como va siendo mi caída libre. Temí por mi vida, por la de él, por lo que nos concierne o lo que no.
Abrí mis ojos nuevamente, volví a mi realidad. ¿Estaría ahí conmigo o fue sólo mi imaginación?
Pedí un deseo, deseé ser amada, deseé amar hasta que sintiera que mis brazos sentían necesidad de abrazar tanto como mi pecho sentía deseo de ser abrazado. ¿Acaso era real?

Entre las sábanas le descubrí, le descubrí con el alma desnuda, con los ojos brillando, llenos de ilusión de ternura y en los míos se reflejaba ese amor condicionado por el miedo, el miedo de caer nuevamente al vacío sin unos brazos que me acogieran, así como sucedió anteriormente. Sentí temor por él, sentí también temor por mí, por las promesas, esas que no se cumplen, que no llegan a ser ni motivos de ilusión porque es difícil confiar cuando se ha tenido el amor entre los dedos y no han sido capaz de recibirlo.
Me vi frágil, me vi entregando de a pocos sin siquiera darme cuenta que lo estaba haciendo. Le tendí mi mano nerviosa, con el mismo miedo que me condicionaba y mi mente me gritaba que no, pero al parecer mi alma sedienta empezaba a ceder con las piezas de un rompecabezas difícil de armar.
Al otro lado del camino él me brindaba nuevamente su mano y yo temerosa me acercaba a él con la esperanza de poder cerrar mis ojos y lanzarme al vacío de su mano y no sola.

¿Estás ahí? Sólo escucho el eco de tus palabras, el ensueño de la belleza, la fragilidad de los deseos vanos que recorren nuestras manos, nuestras almas enternecidas por un mismo objetivo difícil de describir. ¿Te amo?

Entre las gotas de rocío el eterno devenir de los pasos mal dados, de las innumerables caídas al abismo, de las recaídas insufribles en el mismo constante error. Él ahí, sencillo, paciente, tranquilo. Yo pasmada, asustada, con deseos de amarle pero con las barreras entre el sí y el no constantes que retumbaban en mi cabeza una y otra vez. ¿Que si te amo? Claro que te amo.

Al vacío, sin mente, sin razón, con el alma desnuda, descubierta entre lineas, entre besos, caricias, palabras. No me importa lo que piensen, no me importa si estoy loca, si de repente atento contra varias de las cosas que dije en el pasado. ¿Qué carajos importa si te amo? ¿Qué carajos importa si me pierdo en una historia posiblemente eterna contigo? ¿Qué carajos le importa a la gente el camino que hemos venido forjando?
Es un 'Te amo' indefinido así como indefenso. Es un para siempre que no quiero prometer pero que anhelo con mi alma. Es un: ¿Quisieras pasar el resto de tu vida junto a mí? Porque siento que desearía tenerte a mi lado a término indefinido.

Eres música, eres silencio, eres palabras, eres consuelo. Eres belleza, eres paz, el balance perfecto para el complemento feroz de la vida. Eres... tú. ¿Qué más podría decirte si no es que te amo?

A.F



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