sábado, 16 de febrero de 2013

+Ewigkeit?+



+Ojalá aprendas que para que existan las olas debe haber viento; ojalá entiendas que el viento lo producen las nubes y que las nubes indiscutiblemente vienen del agua+

Entre tanto y tanto todo se fue esfumando, cada gota, cada momento, cada rocío. De repente se fueron desmoronando las imágenes de lo que en algún momento surgía tan de repente. Ya no hubo más, todo se apagó, de las cenizas surgieron los recuerdos, los minutos, los anhelos Hasta la fecha aún recuerdo la fascinación que alguna vez me produjo el deseo efímero de llenarme los sesos de cuanta palabra me entraba por los ojos; todo se volvió netamente crucial, hasta las ganas de respirarla.
Prefiero romperme en pedazos antes que volver a sentir las ganas corroyéndome por dentro, prefiero volver a escapar a un mundo lejano con la esperanza de jamás volver a sentirle cerca, ni a ella ni a su respiración. Prefiero encogerme en mi misma profundidad para jamás abrir los brazos nuevamente al sentimiento recíproco que de repente se vuelve mundano entre miserias.
Al partir mis ojos no mienten, se rebosan de palabras, de injurias tortuosas que sencillamente se van desvaneciendo. Con una mano adelante y otra atrás me lleno de valor para no regurgitar más palabras en vano, por eso el silencio es la palabra más hermosa que existe. ¿Está allí?
Los huesos de repente empiezan a doler, las manos no dejan de temblar, el abandono de repente es un estado permanente, neutral. En el silencio un silbido extremo, de esos que ensordece; de repente se quiebran los cristales al rededor y mis piernas se desploman contra el suelo sin poder saber exactamente qué está sucediendo. Llego al clímax donde el viento helado se cuela por entre mis poros y caigo fría ante los ojos expectantes de ternura, pero ya no hay ternura para dar, ya no hay esperanza. Sencillamente ya no alzo mi mano para esperar que alguien me levante sino espero levantarme sola después de que el sol se ponga, después de poner las manos contra el suelo helado que me va absorbiendo lentamente. La hiel cubre mis pestañas, de repente sólo puedo imaginarme contra la pared, tentada a abandonar todo sin miedo. Aquí estoy, seguramente no volveré.
Clavada entre los puñales de un suceso efímero me encuentro buscando respuestas, respuestas que claramente no encontraré entre las letras de los pergaminos que he escrito en el camino, entre las puertas oscuras que se van abriendo ante los ojos llenos de ganas de flotar. Me llama la luz, aquella luz que me hace sentir la necesidad de morir lentamente entre la fascinación por lo prohibido, la fascinación por mentir para crear mundos irreales a quien desea soñar despierto con los ojos de alma cerrándose de a pocos en bocanadas insaciables de humo.
(...)