miércoles, 11 de julio de 2012

+C'est lui que mon coeur a choisi+

Alguna vez, en algún momento, ese momento adecuado pensé encontrar (nos) tan juntos, tan apáticos, tan apegados sin siquiera saberlo, tan borrachos de sueños, tan distantes que la piel fuese lo único capaz de unirnos. Esos típicos clásicos ochenteros a lo lejos sonando en el ático que solíamos compartir... sí, nos extraño, nos extraño tan juntos, tan enamorados, tan dejados a la deriva; nos extraño tan llenos de pasión, nos imagino nuevamente en esas escenas tan típicas de las películas que solíamos mirar, como Eterno resplandor de una mente sin recuerdos. Tú tan Joel y yo tan Clementine.. (...) Ya no vale preguntar qué pasó, qué nos pasó, más bien. No sé si fui yo, no sé si fue ella o no sé si fueron ellas, quizás tú o quizás todos juntos...
Yo al menos recuerdo esa tarde en París, esa tarde que a mi parecer fue tan sensual como aquél Jazz que sonaba en el bar de ese hotel, ese ambiente tan citadino, tan diferente a lo que yo solía ser. De hecho recuerdo el sastre que llevaba puesto y esa media cola que llevaba en mi pelo en ese infernal calor de verano. Recuerdo las tantas horas que había gastado arreglándome para estar a la altura de la ciudad, a la altura de sus mujeres, esos tantos kilos de maquillaje que llevaba encima con la esperanza de adornar la ciudad y que no fuere ella quien me adornara a mí y también recuerdo entonces cuando escuché la voz de esa mujer, cuando la vi acercándose a mí preguntando por mi nombre en su tímido acento francés tratando de hablar en inglés. Cuando me dijo que la reunión había sido cancelada no recuerdo por cuál estúpido motivo... ah, qué decepción.
Me veo entonces decepcionada, subiendo por el ascensor de tan magnífico hotel, viendo como todos se saludaban y alardeaban de su dinero, de sus viajes, y yo tan campestre, tan lejos de ser una mujer de negocios, tan sola que me daba lástima a mí misma y tan misógina que no soportaba una sola mujer a mi alrededor más allá de lo que se consideraba usual; natural.
Ah pensaba yo, sería una noche más en esa habitación tan grande y yo con esa maldita manía de prenderme a escuchar música con los ojos cerrados y de imaginarme momentos fugaces... yo con esa maldita ninfomanía y con tan pocos candidatos en tan hermosa ciudad. Yo con tantas fantasías, por fin estaba en París y me daba coraje pensar que no sería capaz de cumplir ninguna de ellas...
Bueno sí, entonces decidí salir. Me puse mis shorts, mi camisita de tiras, esa que tanto le gustaba a Leonardo y pensé "vaya, bueno, si Leo estuvera aquí no habrían pasado quince segundos desde que me la puse para que empezara a imaginar cómo me la arrancaba con los dientes" me reí y finalmente me puse mis tenis. Me miré al espejo, nuevamente me di asco. ¿Cómo era posible que fuera a salir así en París? Si bien es cierto así me vestía yo para salir con todos mis "amigotes" (como les llamaba mi mamá) a beber cerveza y eructar como "la dama" que soy. Así que como la dama que soy pensé con la cabeza, me puse el vestido ese azul que tanto le gustaba a mi mamá verme puesto porque en realidad si parecía una princesita, salí de la habitación con el cabello suelto, los kilos de maquillaje que ya tenía encima, evidentemente un poco corrido ya por el cambio de ropa y el sudor y llegué al loby del hotel, donde todos me miraban de pies a cabeza.
Oculté los pocos Euros que había guardado en mi ropa interior y empecé una caminata por la antigua ciudad; veía Le tour Eiffel a lo lejos brillando, ya el sol estaba entre las nubes ocultándose; mi noche había comenzado.
A mitad de camino miré mis pies y recordé que había sido tan inteligente para cambiarme la ropa pero no los zapatos, así que me dejé puestos mis Converse clásicos. Ahí estaba pintada la princesa.
Fui paso a paso conectada  mis audífonos, como vil extranjera escuchando Les amants de Edith Piaf para sentirme más en París y así mismo caminar entre los parisinos fingiendo ser una más del montón. Nunca me gustó ser de esas que andan con la cámara colgada al cuello sacándole fotos hasta a las señales de tránsito porque están en francés y allí estaba en frente mío Le tour Eiffel por primera vez en mi vida. Tan grande y tan hermosa, tan iluminada. Bueno, debo aceptar que no es tan magnífica como todo el mundo la pinta, pero bueno, es que está en París, ya está. Esa es la magia.
Después de estar medianamente petrificada mirando la torre durante unos minutos decidí seguir mi camino sin rumbo, me interné en las calles de tan hermosa ciudad, vi a los enamorados tomarse de la mano y todos esos clichés enamoradizos que se escuchan en todos los libros y en las películas que tienen a París como escenario... los típicos restaurantes, el barrio latino y recordé que recién había leído un libro que se desarrollaba casualmente en el barrio latino por lo cual empecé a buscar las direcciones y me dejé internar en el corazón de la ciudad. Recordé que fue mejor salir en tenis que en esos zancos que las mujeres "normales" se ponen.
De repente a lo lejos vi las luces tenues, escuché el acordeón que penetró por entre mis oídos y me obligó a retirar los audífonos, a guardar mi reproductor musical y me vi con los ojos cerrados y con la tenue luz de la luna alumbrándome la cara caminando hacia donde la música me arrastraba mágicamente. 
(...)
Si, ya era la hora, ya teníamos que salir una vez más a lo de siempre, visitar a su madre, ya recordé que desde hace un par de años no soy libre se soñar ni siquiera sola, quizás me quedé estancada en la magia que me proporcionó alguna vez la belleza de la ingenuidad, de la inmadurez y de los sueños supestamente compartidos. Él se enamoró de mí como yo de él, pero creció, dejó eso atrás mientras yo sigo enamorándome cada vez más de los instantes...
-Ven ya, se nos hace tarde y tu sigues a medio vestir, ve y apaga el equipo, yo pondré algunas cosas en el auto.
-Ya estoy lista, sólo me faltan los zapatos.
-Sí y tardarás horas en ponertelos. ¡Apúrate! tenemos que estar allí en media hora y recuerda cómo es el tráfico de los domingos.
-Ya voy, ya voy...
-Hm, Ok. Te espero en el auto.
-Apago el equipo y voy.
(...)
Sí, lo conocí en París, lo conocí entre los rincones de la hermosa ciudad, lo conocí en el bar donde sonaba el acordeón. Lo conocí entre luces tenues, en medio de una convención de artistas innatos, en medio de una convención de literatos, artistas y músicos empíricos. Fui a mostrar mi arte a París y terminé enamorándome de los sueños de alguien más con quien pensé podría compartir los míos. Terminé fugándome entre las palabras de la espesa cerveza.
Fue a media noche cuando lo vi allí, solo, tan solo como yo tomándose unas cuantas cervezas. Yo en una mesa sola, fumándome unos cuantos cigarros evitando la ansiedad de levantarme e invitarle a mi cama inmediatamente y tomándome unos cuantos shots de cuanta cosa me ofrecían.
Miradas iban y venían, nada concreto, sólo miradas cruzadas de vez en cuando en medio de un punto fijo y una que otra sonrisa... tras un par de horas se acercó a mi mesa, tras varias risas entonces me imaginé en una película junto a él, con una banda sonora de fondo, con un libro a medio escribir donde malgasté palabras, besos, caricias.
Terminamos en el hotel, pensé me desnudaría como hacen todos, pero nos sentamos a hablar hasta que amaneció, luego me abrazó, sin importar cuan regado estaba mi maquillaje bajo los ojos, cuan rosa estuviese mi boca de tantos besos. Allí supe que me había enamorado irreparablemente.
(...)
-No entiendo por qué siempre tienes que demorarte tanto poniéndote unos pantalones y un saco.
-Sinceramente no entiendo por qué te molesta tanto el tiempo que me tomo en vestirme si siempre llegamos a tiempo.
-La última vez llegamos justo a tiempo, sabes que me gusta llegar siempre minutos antes.
-¿Por qué? Si siempre ella es quien se demora en servir el almuerzo.
-Pues ella es mi madre, a ti te veo todos los días, a ella sólo los domingos.
-Sabes que no le he gustado jamás.
-Pues ya estuvo, fue mi decisión traerte de esa miseria en la que vivías para darte una mejor vida.
-Así que para allá va nuevamente el tema... vaya, qué amena manera de comenzar el día.
-No te lo estoy sacando en cara, sólo te digo que eso es lo que le molesta.
-(...) A ella lo que le molesta es que no sea...
-Completa la frase...
-No, ya estuvo, no quiero hablar más.
-¡Dilo! Por Dios, siempre es igual contigo.
-Que no sea como ella, que no sea de alta procedencia, que no tuviese dinero y peor aún, que no pudiera darle nietos.
-¡Ya me tienes harto con eso! Ella ya te aceptó.
-No lo ha hecho y nunca lo hará.
-Si lo hizo.
-Todo por unos benditos zapatos y un equipo de sonido. Ya está, ya está... déjalo así.
-No tienes remedio...
-Y tu no tienes memoria...
(...)
Supongo se quedó pensando en mi respuesta, seguro por eso no dijo nada. Sé que en este momento el amor es sólo una estúpida costumbre disfrazada de felicidad, pero sé que está con ella, sé que la frecuenta, que le hace el amor de la misma manera en que me hizo el amor a mí la primera vez. Sé que para él es tan mágico que algún día decidirá irse y dejarme todo cuando ella seguramente pueda quedar embarazada...
Ella... ella no tiene la culpa, ella está enamorada, ella se enamoró de él y él la enamoró. Cuando las tetas empiezan a caerse, cuando el culo se pone flácido, cuando de repente te miras al espejo y ves que estás tal y como tu madre en ciertos aspectos se entienden definitivamente muchas cosas. Yo lo amo y lo acepto, pero yo no se lo digo, porque sé que él lo sabe, pero yo sé que ya no puedo darle nada aparte de sueños.
París... aquellas noches en París, París me enamoró y me trajo el amor. Él creyó que era más de lo que había esperado en toda su vida, yo sabía que él era de quién esperé para enamorarme y ahora sólo quedan cenizas, sólo quedan las palabras rotas junto a las promesas que se quemaron en la cama de ella.
Hoy tomé una decisión. Hoy decidí hacerle feliz por última vez en su vida y hacerme bastante infeliz a mi misma por felicidad ajena. Hoy le dejaré volar libre, hoy será él quien se pregunté nuevamente ¿qué pasó? ¿Qué nos pasó? ¿Qué le pasó?
Hoy me voy a terminar la historia, hoy me voy en la noche, mientras él esté allí con ella, besándola, haciéndole el amor como si fuere la última vez. Hoy se perderá mi rastro y podrá irse con ella. Esta noche vuelo a París nuevamente y allí pienso quedarme. Allí pienso revivir y morir en el mismo instante mientras recuerde la pasión entre sus calles, mientras escuche sus susurros en cada ínfimo espacio de soledad que recorra el viento. Hoy le amo, pero le dejo libre por su propio bien y por el mío.
(...)
-Esta noche salgo.
-Vale. ¿Con Leo?
-No, sola.
-Bueno, yo también saldré.
-Vale, está muy bien...
-¿Sabes?
-¿Sí?
-Nos extraño, si tengo memoria, sólo que... parece que fue hace tanto que...
-No tienes por qué decirlo, no tienes por qué excusarte. Está bien, yo entiendo.
-¿Qué entiendes?
-Simplemente entiendo.
-Yo te amo.
-Yo también te amo, pero la concepción de amor ha cambiado entre los dos.
-Quisiera ir de nuevo a París a revivir quizás algunos momentos en nuestra historia.
-Está bien, quizás el otro mes cuando sean vacaciones podremos volver juntos.
-Sí...
-Sí...
(...)
-Adiós-