miércoles, 27 de abril de 2011

+Las tantas, las pocas y las nuestras+

Encerrada entre dos mundos que me oprimen, encerrada en una realidad y en una irrealidad, la mitad en una caja con cerrojo, la otra mitad en medio de la libertad, del aire. Somo dos, como bien lo he dicho, somos dos recorriendo el camino, somo dos caminos diferentes dentro de un mismo espacio, somo dos mentes mundanas, un reflejo y una sombra, somos el agua y el aceite que muchas veces logran tocarse pero que fácilmente no comparten nada, jamás se juntan, sólo comparten el contenedor. ¿Quién podría referirse a ella sin agregar una ese al final de la palabra? ¿Quién podría fascinarse por lo que no existe? O quizás si exista, quizás haya un más allá o un más acá, un comienzo, un final.
No quiero decir más de lo que me corresponda, no quiero ser más frágil que ella, que la otra, no quiero fundirme en su juego, no quiero ocultarme tras la mirada brillante de la oscuridad, de su oscuridad. Ella no existe para mí, pero creo que a veces creo en ella, ¿podría hacerla eso real?
No quiero apoyarme contra el suelo, no quiero mirar al cielo, ver sus ojos reflejado en este, tampoco quiero mirar al prado y ver los otros ojos reflejados en este. No quiero ser el agua ni el aceite, no quiero mezclarlas, no quiero tenerlas, no quiero sentirme fascinada por las dos mentes, por las dos sonrisas, por los pensamientos opresivos y los liberales. Soy ella(s) soy yo, somos nosotras. ¿Qué puedo decir?
Al cielo o al infierno que no me deshago de esta sensación, no me deshago aún de las palabras, de las acciones, de las lágrimas que muchas veces no entiendo. De repente me fundo en el vaho de la oscuridad y en el aliento de la luminosidad. Me enfrío y me caliento, a veces un polo a tierra, a veces la levedad me eleva me llena y los llanos sentimientos simplemente dejan de existir. ¿Cómo decirle a ella que somos cuando soy sólo yo? ¿Cómo decirme a mi misma que ella es la que está actuando? No puedo, simplemente me abandona, vuelve, me cierra los ojos y cuando menos pienso, no está.
Entre letras alocadas, entre canciones, entre demencia la fragilidad, la fortaleza, no lee palabras, no escucha canciones pero muchas veces sólo se las escribo a ella, sabiendo que cuando las leo un frágil trozo de ello nos pertenece. Desempolvo las canciones, los míseros momentos, los tibios, los helados. Me vacío frente al espejo y la repudio, repudio esa imagen, repudio lo que mis ojos ven, de repente se sienta a consolarme, llora conmigo y luego con cierta sonrisa pintada en los labios se va y me deja a la deriva. Me derriba, me levanta, me da respiración y luego simplemente me roba el aliento. Me hace temblar, pero ¿por qué si todo está dentro de mí?
Las horas, los silencios, algunos incómodos, algunos necesarios, nos sentamos juntas en la habitación, una quiere creer, la otra quiere hacerle creer, juegan a las cartas, juegan a los demonios, juegan sus juegos, se temen, se abrazan, luego se odian, se repudian y se gritan frente al espejo. Es el diario vivir; medianamente natural.
Ella en una pantalla, ella al otro lado. Una imagen, una fachada; la carencia de límites. Por otro lado la esencia, la sensibilidad, la sonrisa tímida, los ojos resguardados tras la barrera de lo cognitivo. Habla pausadamente, mirando al horizonte mientras ella la mira y se burla, luego habla ella con rapidez, con claridad; evidentemente se burla de las palabras, se burla de la tranquilidad, de lo infinito, se burla en su cara y en la cara de toda. Lo odia, vive en su misantropía, quizás eso también lo compartan, sólo que...
Bueno, ¿qué más da?
no busco libertad, sólo busco tranquilidad... ¿quién podría lidiar con tales enfermizos deseos de libertad? Creo que nadie podría, al menos yo muchas veces no me siento capaz de hacerlo, ahora bien... ¿qué hay más allá del subsuelo? ¿Qué hay más allá del magma? Atraída por la gravedad, elevada por el deseo, saturada de imaginación golpéame contra el suelo, revíveme, pero déjame vivir; déjame...

martes, 12 de abril de 2011

+Man hat nur Angst, wenn man mit sich selber nicht einig ist.+

Me encuentro entonces refugiándome en mis libros, en las palabras que me enamoran ya que nadie tiene el don de hacerlo. Me siento fascinada por las sensaciones ajenas, por el miedo, por el amor, por la fascinación, por tantas emociones que habitan a mi al rededor pero que finalmente no logro experimentar.
Me enfrento al espejo, me miro y no me reconozco. ¿Qué hay de aquella que estaba hace algunos años frente al mismo? ¿Qué hay de todo eso? Veo el peso dentro de mis pupilas, siento un calor abrasador que no es más que un producto de mi imaginación. La música me lleva a danzar sobre ella, tomo un cigarro y me siento a escribir en mi cueva, en mi refugio que probablemente no muchos se toman el trabajo explorar y creo que muchas veces es mejor antes de envenenarlos con tanta palabrería barata. Me contagio de un mundo facilista, algo tan mundano como mi alma y me dedico a regurgitar las palabras que nunca termino por decir. Me veo en sueños como la otra, como esa que no es capaz de decir las cosas y que entre lágrimas va diciendo todo aquello que con palabras no puede expresar. Me siento vacía, es todo, me siento llena de aire de nada más que lo superficial. No es tangible, no es real, simplemente existe pero no conlleva a nada más allá de lo que está ahí.
Recorro los caminos con la mente fijada en cualquier otro lugar, sigo en aquella cueva mental, me dejo llevar por los ríos de palabras, por los símbolos y no llego a nada. Por más que tatúe mi piel, por más que me deje elevar por el viento tengo la cabeza postrada en aquél lugar, en aquél punto fijo que muchas veces desaparece y luego sin querer vuelve a adueñarse de mi conciente tanto como de mi subconciente y me empapa de momentos, de pensamientos que evidentemente a mi modo de ver son incorrectos porque no debe ir más allá, porque no va más allá. ¿Qué es todo esto? Quisiera entenderlo pero me cuesta, me cuesta encontrarme entre los besos de los demás, me cuesta mirar al horizonte e imaginarme con los ojos cerrados y con la brisa pisándome los talones. Me cuesta huir de todo aquello de lo que no puedo porque simplemente es algo con lo que debo vivir y muchas veces cabizbaja prefiero evadir todo aquello, quitar la mirada que tengo fija en esas ocho letras que muchas veces me torturan.
Siento el eco que retumba entre mis oídos, siento como de repente todo se desvanece y de nuevo por más compañía que tenga me siento sola y refugiada en el silencio. Simplemente no puedo ver lo demás, lo que se halla en medio del camino sublime al que me lleva todo eso que alardea dentro de mi cabeza. A veces creo que la demencia me queda corta, que lo ácido ya ni siquiera me despierta sensaciones, que lo que sabe, a mí ya no me sabe a nada.
Al final sólo quedamos nosotras, la que está al otro lado del espejo y yo misma que ni siquiera puedo saber si soy yo porque definitivamente hay algo de mí que no logro reconocer. Hay algo en mí que está al otro lado de una barrera que no logro derribar. Así mismo me encuentro, así mismo toco el cielo con las manos y caigo de cara contra el suelo; prefiero la inconciencia aunque esta tenga un control fijo sobre mí. Inconveniente pero real, más real que la propia existencia porque a veces siento que soy un alma sin rumbo a punto de irrumpir en la vida, en la realidad que yo supongo real pero que nada me hace comprobar que así sea. Me parece desconocido, me parece lejano, me parece un punto neutro que estoy lejos de alcanzar y que cuando siento que está entre las palmas de mis manos se escurre de nuevo hasta la lejanía. ¿Es acaso real?
Esperanza, eso es lo que llamo esperanza, algo de lo que la otra cara del espejo carece y que de repente me arrebató a mí. Lo que no logro hacer en mi vida cotidiana lo realizo en sueños. Me tiro sobre el piso, pataleo, lloro y todos me miran, se burlan de mí mientras yo en la infinidad grito palabras que nadie entiende, palabras que no logran penetrar en los oídos de nadie. Simplemente caras alegres con palabras de consuelo cuando lo que yo menos necesito es un consuelo... ¡si lo que necesito es vivir!
Estoy cansada y tan carente de tanto que poco es lo que se refleja sobre el agua. Todas esas carencias son las que me derriban y me hacen levantar, pero aún no puedo encontrar un punto de partida porque si para abajo no es suficiente tampoco lo será para arriba y ni siquiera estoy en el centro de esas dos, simplemente estoy ahí, ubicada en una ubicación que no existe, que me lamenta y que yo lamento también. Le acompaño en su condición, le acompaño en su pensamiento lastimoso que me observa de lejos y a la que con una sonrisa tímida casi irreal y con la mano medianamente levantada saludo con un desdén despreciable.
**...Man hat nur Angst, wenn man mit sich selber nicht einig ist.
-Hermann Hesse, Demian...**