martes, 29 de diciembre de 2009

+Despedida+

Tanto tiempo anhelé este momento, tanto tiempo estuve esperando por él e incluso, lo quise apresurar un poco. Cuando por fin ha llegado, me doy cuenta que no era lo que deseaba después de todo. Los cambios siempre son buenos, o al menos eso dicen, pero esta vez es una de las pocas veces que puedo decir que realmente tengo miedo del cambio que pueda venir a partir de ahora.
Es doloroso decirle adiós a una vida que era una rutina y la cual de cierto modo encontré interesante, y aunque fue claro desde el principio, y se sabía que tenía un lapsus de tiempo determinado, se ve tan lejos, que simplemente se olvida y se sigue viviendo hasta que lo sorprende a uno el día del final, aquella rutina se rompe y se vuelve al comienzo, como si nada.
Después cuando hay tiempo para pensar, se puede notar entonces, que es imposible no apegarse a ciertas cosas, es imposible no sentir algún tipo de dolor cuando se arranca desde el fondo aquellas cosas que se lograron aferrar de tal manera. Duele, y mucho, aunque uno no se imagina que dolerá tanto.
Surgen entonces lágrimas, una confusión, un típico vacío juvenil en el estómago, como esos que siente uno al ver a la persona que uno quiere, que le gusta o que ama. Así, eso se siente, se sabe que habrá un cambio, y de qué dimensión. Se vuelve al principio siendo completamente extraño y ajeno a lo que ha de venir, y llegan las preguntas, las que atormentan, las que también duelen...
¿Fue suficiente? ¿Aproveché el tiempo como debí? ¿Desperdicié mi tiempo mientras pude aprender tantas cosas que no desee aprender? Sí, así es, sucede, duele...
Es increíblemente doloroso y algo despiadado lo que se siente, como se vive, saber que es probable que jamás se vuelva a estar en alqué lugar y que si se está, evidentemente no será nunca lo mismo... El hecho de simplemente extrañar todo, llegar a un mundo conocido al que se le perdió la costumbre es un punto difícil de manejar, es un punto difícil de llevar, es simplemente complejo.
Veintiocho días, ¿quién iba a imaginarse? Tan sólo puedo recordarme dando saltitos de felicidad cuando empezó la cuenta regresiva del último mes, recuerdo maldiciendo tantas cosas, diciendo que pronto llegaría a su fin, y cuando estaba a punto de llegar el fin, es que me di cuenta de lo que realmente extrañaría, de hecho, de lo que realmente tenía.
Sentarse en la cama donde tantas veces soñé, dormí, reí, pensé y me revolqué millones de veces sin sueño, parecía hoy una cama desconocida, nueva, una cama neutral. ¿A quién le importaría una cama, una habitación o una simple casa? A mí me importa, porque no sé si será la última vez que esté allí, porque no sé si aquellas voces que con tanto cariño me llamaban estarán ahí la próxima vez que decida volver.
Duele, duele mucho, duele mucho decir adiós, duele mucho llorar en silencio mientras las personas duermen, duele despegarse de aquellas personas que tanto tiempo se pudieron abrazar y que jamás abracé por miedo al rechazo, luego descubriendo que me hubiesen abrazado las veces que hubiesen sido necesarias. Da pena, realmente, sentarse a ver pasar las horas y ponerse a recordar, a auscultar todas esos momentos recientes que tantas veces me hicieron sonreír.
¿Cómo olvidar? ¿Cómo podría sacarlos de mi vida? Es simplemente imposible, ligeramente exagerado y temiblemente erróneo. ¿Por qué llego a apegarme tanto a aquellos a quien no deseo apegarme?
Es bastante curioso y complejo, porque se divide la vida en dos; El antes y el después. Antes de y después de. Por ejemplo, antes de una relación de dos años, o después de la muerte de un ser querido, así es que funciona verdaderamente.
Es difícil llevar a cabo tantas ideas, es increíble las ansias que siento de poder llorar y correr, decirles cuanto los amo. Me dejaron sus palabras plasmadas en papel, me dejaron sus letras marcadas en la memoria sin poder sacarlas, me duele, me duele, y lloro profundamente sentada en esta silla dura que me recuerda en cada momento lo hermoso que era sentarse con ellos tan sólo a beber algo.
Me gustaría decir tanto, que verdaderamente... No sé, estoy tan confundida, tan pensativa que simplemente puedo escupir mis ideas, mis temores, sólo puedo sentarme aquí, a esperar que pase el tiempo, no sé si para alegrarme de volver a ver a aquellos seres o simplemente entristecer porque ya no estaré más junto a aquellas personas que sin esfuerzo, hicieron de mis últimos días los mejores en mucho tiempo. Y tan sólo lo pude ver hasta ahora, después de tantos meses.
Ahora en esta noche de insomnio intento sacar todo afuera, a la 1:20am me encuentro junto a varias personas las cuales para nada me interesan. Unas duermen, otras también tienen insomnio así que sólo caminan, van y vienen con la esperanza de que el tiempo se les pase más rápido, y yo sigo aquí, con deseos de poder dormir, después de un día largo, cansado y lleno de nostalgia.
Recuerdo hoy, a eso de las 4:00pm, me hallaba sentada mirando al techo y pensaba: "Bien, y llegó ese día al que nunca le temí pero que hoy me asusta como nada... Es la última vez en mucho tiempo que estaré acá, con ellos..." y entonces decidí ocupar mi cabeza en alfo mejor: Empacar, empacar y empacar.
Necesito algo de sueño, me espera una larga jornada, a la que por cierto también le temo, puesto que ahora descubrí que nueva peor fobia son los aviones. Sí, los aviones, ni más ni menos, me arde la mente de sólo pensar que tendré que volar a algún lado, y ahora sólo espero que todo salga bien, puesto que por algún motivo que aún desconozco, valoro mi vida mucho más que antes, aunque no me valore a mi misma por lo que soy. Todo es un proceso...
Las palabras se quedaron cortas, mis ojos sólo pueden lagrimear cada vez que recuerdo todo lo que pasamos, todo, todo... Temo mucho, temo tanto, que no sé, simplemente esa mezcla de tristeza y temor me aturde, me deja totalmente vacía, sin palabras, como hoy al despedirme, estoy en un silencio crónico que duele mucho. Me voy con el alma por el piso, con los recuerdos ardientes quemándome y llena de anégdotas por contar.
Extraño ya y aún no estoy lejos, me pregunto cómo será cuando loo esté, cuando de verdad esté lejos y llena de pensamientos en torno a todo esto que he estado viviendo. Me carcomen los sentimientos.
Se avivan en cada momento, ojalá pudiera alegrarme bastante por lo que está viniendo supuestamente, pero la verdad es que en este momento no puedo sacarle alegría ala situación, me está golpeando duro y de verdad que duele.
Mi vida está tan divida que no sé a donde pertenezco. Por un lado jalan aquellos que estuvieron antes, y por el otro jala una vida que no me gustó pero que me dejó cosas increíbles, que me hicieron crecer y me hicieron ser lo que en este momento soy.
Después de una estabilidad extraña me desestabilicé como nunca,me siento sola, me siento con ganas de salir corriendo y simplemente... Hacer que algo llegue, algo vuelva, sinceramente no sé...

martes, 8 de diciembre de 2009

+Apatía; un fastidio ilógico en la logía común+

Los arrullos del comienzo de un invierno decadente comenzaron a congelar las hojas, los suelos, los pies y de paso los sueños de los habitantes de aquella ciudad. La nieve negra empezó a descender, y de paso llevarse con sus tonadas oscuras, todo aquello que a su paso se hallaba.
El cielo apocalíptico entre gris y anaranjado daba una tonalidad amarilla aquella ciudad que tantos colores que había tenido, dejando a su paso colores cálidos en una ciudad hecha nada, manchada por los rastros de la nieve negra que se posaba casi que en toda la ciudad. Dejó una imagen hermosa, cálida y algo deteriorada de una máscara que tapaba la realidad de aquél lugar; la máscara que logró tapar el frío escenario y llegó a pintarle de verano desértico pero que a los ojos de los habitantes sólo parecía ser el fin de lo que podían llamar mundo.
El silencio se apoderó de las bocas y tan sólo el viento parecía dialogar con la nada, con un silencio tan brutal que parecía ensordecer, e incluso llegaba a enloquecer. ¿Qué había sucedido? ¿Por qué había desaparecido?
Los miles de ojos curiosos se cerraron para siempre en lágrimas de decepción, de desespero. Ojos curiosos, deseosos de saber qué era lo que el invierno se traía entre manos, lo que el helaje les obsequiaría y lo que este año se llevaría, pues el año pasado se había llevado la esencia, dejando aires insípidos, vacíos. Este año había llegado el silencio, y ahora todos enloquecían. ¿Qué más? ¿Qué castigo les impondrían?

Cristalizados en las ramas de los árboles se quedaron mis suspiros. Mucho tiempo anhelé poder descubrirme a mí misma, a mi mente, descubrir la verdadera identidad de mis palabras y de tantas cosas que de mi boca han salido. Rogué mil veces, clamé por un destello, por tan sólo un poco de cordura, de entendimiento.
Tantas noches preguntándome a mí misma me hicieron mucho daño, pero no más daño del que me hizo aquellas amables sugerencias que de niña me hicieron y que incluso en este momento recuerdo como si me lo acabasen de decir. Aquellas palabras retumban aún en mis oídos recordándome cuan miserable soy, cuan miserable me hace aquella maldita dependencia que por tanto tiempo me ha seguido.
Muchas veces me miré al espejo lavada en lágrimas, con las mejillas erosionadas por el maquillaje y por las lágrimas, y vi aquellas expresiones de dolor que tanto daño me hacían, las que me hacían pensar en alguien ajeno a mí al ver ese reflejo tan doloroso.
Deseé muchas veces nunca haber nacido, deseé muchas veces tantas cosas que nunca hubiesen podido ser, y aún las deseo con la misma fuerza o quizá incluso más que antes. Cuando se está verdaderamente solo y vacío, es cuando realmente se puede entender el significado de muchas emociones, de muchas sinfonías de sentimientos, que como cuerdas y vientos se encuentran, haciendo fusiones melódicas hermosas pero incomprensibles.
Escapes varios, muchos geográficos, otros simples ausencias. Tanto rencor reprimido no creo que lleve a nada bueno, y no sé si las lágrimas tan sólo logran apaciguar o de verdad liberan. Pero, ¿por dónde comenzar para que haga sentido?
Aunque sea demasiado, nunca será suficiente, y eso es lo que no logran entender aquellos que juzgan, aquellos que con aquellos ojos dañinos llegan a afectarnos tanto, aquellos por quienes existen los complejos y los temores... Es simplemente imposible parar, sé que estoy al tope, y la verdad es que no puedo parar, no puedo parar de llenarme de tantas cosas, no puedo esperar a llegar al límite verdadero por más llena que esté mi alma, mi cabeza, mi cuerpo. Si no duele no es real, y lo aprendí algún tiempo atrás cuando también era adicta a ése tipo de "calmantes."
Cuando se es esclavo de sí mismo, y de paso un odio reprimido por el ser se halla atascado en el centro, es cuando realmente se logran entender muchas cosas, cuando se llega a sentir odio, repulsión, un deseo de no ser quien se es realmente. Una máscara cubre la cara del protagonista y entonces este parece ser feliz, estar conforme, pero en el interior le atormenta ser lo que es y quien es. Se ve derrotado, se desprecia a sí mismo y de paso se tiene auto-lástima en vez de autoestima. Se castiga, se hiere, y una vez más se vuelve a odiar. Odia verse reflejado en el espejo, ahora sólo quiere huir, refugiarse, seguir en aquél mundo de fantasía donde él vive y se da una autocompasión que sólo le produce lástima y delirios.
Es una droga brutal, y como es una droga, sin ella no se puede vivir. Es la heroína sin ser heroína propiamente, y entonces se cae en la brutal decadencia, se entra a la pobreza interior más vasta y más vana que se conozca, que se imagine. Un lugar fétido, una depresión ridícula, sin fundamentos porque cuando los demás se preguntan qué suceden con uno mismo, se evade la respuesta, pero sólo el mismo ser llega a saber realmente que es lo que sucede, y de hecho lo sabe perfectamente.
Los complejos, los delirios, la autocompasión, el deprecio y la lástima por sí mismo es la inyección más dolorosa que puede existir. Es como sonreír cuando se sabe que el dolor le carcome el alma a uno mismo, el hecho de saber que esa sonrisa la forjan los ojos que están al borde de liberar lágrimas y de arder sobre la piel orgullosa pero destrozada por donde se deslizan.
¿Por qué no hablar de cosas bellas? Bueno, esto también tiene una belleza, algo frívola, pero es hermoso, es hermoso puesto que he descubierto como describir todo aquello que me desarma en segundos pero que con nadie he llegado a compartir. ¿Quién lo entendería?
Es la vida, es un suspiro, y este se va, en un viento helado, en un viento fétido que hace todo un poco más complejo para que se vea con ojos perplejos. El miedo es una característica humana, y mi miedo es propio, mi miedo es personal, y no porque no lo quiera compartir, al contrario, a lo que me refiero es que mi temor está enfocado al ser y no al estar, al vivir y no al respirar, a las opciones que se brindan pero que no se sabe si realmente están.
Ansiedad, detenimiento, ¿qué es esto? ¿por qué hago parte de este anacrónico sentimiento? Preguntas ridículas, quizá sin sentido, sin un trasfondo adecuado, pero que simplemente han nacido, han nacido para ser pronunciadas.
Necesito atardeceres, necesito vivir una vida, no un pedazo de ella, y me he encargado de poder hacerlo, pero no encuentro varias piezas, no encuentro la cordura suficiente para completar el rompecabezas que me quiebra los huesos uno por uno.
Las colisiones, el desespero, la arrogancia, el delirio de superioridad, el egoísmo. ¿Qué pasa? ¿Qué hay? Necesito respuestas, muchas respuestas. Creo que he perdido verdaderamente la razón. Sólo una ola más de divinidad y el cielo se pondrá a mis pies. ¿Es acaso eso lo que deseo? ¿Y es que acaso existe el deseo? ¿Qué es el deseo?
Patrañas, palabras, no quiero más, no deseo más, pero a la vez jamás es suficiente, entonces lo anhelo con ansias vastas, deseo revolverme entre mis patrañas, licuarme entre mis desdeñados recuerdos y volver a la cordura de la que ahora carezco.
Quiero renacer, quiero revivir y más que revivir, quiero vivir. ¿Acaso alguien podría devolverme la vida que se ha ido y que por supuesto perdí?

Apatía, un fastidio ilógico en la logía común. Sí, sí... ¿sí?