lunes, 13 de agosto de 2012

+Sensaciones+


Qué fácil fue perderte y no precisamente porque te tuviera entre mis manos; tampoco siquiera por pensar que te fueras de ellas. Qué fácil fue caerse del cielo cuando las letras se convierten en polvo, en ridículas excusas para despertar extremos; para desatar límites.
Qué fácil fue ser el trampolín que te llevó al silencio, que fácil fue ridiculizarte entre besos, entre mentiras. Qué lástima me dio la miseria, qué lástima me dio el olvido. Qué lástima fue la que me regaló tu misma aura, tú triste parecer entre frases de cajón regadas por el piso, las palabras sedientas de tristeza, carentes de amor y llenas de locura.
Qué estúpida manera de comenzar el día, o más bien la madrugada. Qué efímera manera de morir entre el polvo, entre la curvatura de tus labios, los que nunca pudieron ser agua para la mía. Qué momento tan estúpido fue aquél que te regalé dentro de mi silencio. Qué manera tan facilista de borrarme de tus recuerdos. Qué fácil olvidas, que fácil envuelves, qué fácil eres.

Volando, volando entre cuadernos, entre canciones, entre letras, entre frases y palabras. De repente existe una paz que no entiendo. Me siento volar entre el vals de los desdichados sin alma.
Esta mañana cuando me levanté con la mirada perdida buscaba una salida, una salida de no sé realmente qué, porque ni siquiera sé en qué estoy metida y recordé entonces cuando me planté frente a ese balcón a mirar la ciudad vislumbrándose a lo lejos. Vi como aparecía el atardecer y recordé tantas frases, tantos libros, tantas historias diferentes pero a la vez tan repetitivas y me senté sobre mis rodillas a contemplar la magia del supuesto atardecer que todos los humanos adoran. Sigo sin entender la magia del asunto, sigo sin entender las madrugadas, los amaneceres. Sigo sin comprender a qué se refiere todo aquello que con tanta sobredosis de metáforas el mundo expresa.
Sigo sin entender tantas palabras, sigo enfrentándome a la fiel saturación enigmática, a tanto rito que le dan a las cuestiones del amor, porque sinceramente no se lo merece. El amor es simplemente desdichado con quien cree en él. Sigo sin explicarme el porqué de los soñadores cuando no hay nada más estúpido que soñar con los ojos abiertos. Quien vive de sueños luego se desvela con sus propias realidades. Es estúpido pensar que un sueño será capaz de elevar los vacíos insolentes entre los regueros frívolos del enamoramiento y de la razón.
No me explico la capacidad capciosa de aquellos que mucho prolongan lo que no tiene una estructura como tal, los que siguen forjando caminos sin retorno, esos que viven de sólo momentos, de recuerdos, de pasados indelebles. No entiendo la complejidad de lo simple por paradójico que sea. No entiendo a quienes encomiendan su vida a Dios si viven de un Alter-ego, de lo que los demás puedan llegar a pensar de ellos y no bastándoles con eso, de una doble moral acongojada en el famoso dicho que dice que el que peca y reza empata. ¡Patrañas! Viles patrañas.
De repente entonces, desde el mismo balcón empiezo a escuchar a lo lejos un Jazz. Me resguardo entre los sonidos sincopados, entre los silencios, entre las teclas de un piano que me imagino blanco y de cola y una mujer agotada de la vida cantando las cifras haciendo parecer que es la primera vez que canta la misma canción que lleva interpretando desde que comenzó a cantar en bares...  me resguardo tras el vidrio de un vaso, tras el sabor alcoholizado de la demencia, del sabor fuerte del whisky que tengo entre las manos. Me resguardo entre el ardor que siente mi garganta cada vez que paso un trago fuerte.
Siento como se me calienta la sangre, como se dilatan los vasos sanguíneos, como de repente empiezo a atontarme con cada sorbo que doy. Como cada vez que ingresa a mi cuerpo empiezo a perder el control mental.
De repente enciendo un porro, empiezo a analizar el humo que sale de allí, empiezo a detectar como me pongo aún más estúpida y como empiezo a perder noción de la realidad. Me tomo del pelo y empiezo a halarlo, al principio suavemente, luego con más fuerza, con más destreza. Me enrollo mechones entre los dedos, entre las uñas y empiezo a tirar de él como si quisiera arrancármelo. Pronto descubro que la voz de aquella mujer, la que cantaba el Jazz se torna densa, indeleble y empieza a cautivarme. Empieza a llevarse consigo unas cuantas sensaciones. De repente me siento liviana, pasmada, mirando a un horizonte vacío con los ojos llenos de ganas de respirar. ¿Dónde estoy?

I've come to the end, realize what could've been. Sleep so I can take a breathe.


De los silencios más efímeros vienen las palabras.

Simplemente existen dos tipos de realidad. La que vemos y la que queremos ver.

Faith, Fuck.

Bye

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