jueves, 16 de febrero de 2012

+Ensuciándome las manos de cianuro puro+

De repente ya no fue necesaria esa llamada diaria, ese afán de tenerle a mi lado, tampoco ese miedo de perderle, ese tan característico miedo que surgía al no reconocerle a sí mismo en sus palabras. Ya no fue necesario ponerle alas a su espalda ni tampoco dedicarle canciones. Está tan convencido de que mi anhelo por él se hace cada vez más fuerte que simplemente nada podrá quitarme de su camino; lastimosamente eso no es verdad.
Creí sentir eso que él también decía sentir, ese curioso sentimiento que se desató a partir de emociones varias que realmente no sé cómo ni cuando terminaron entrelazándose. Entre la espada y la pared, entre el miedo y el deseo, entre la confusión y la seguridad me dí cuenta que de ahí ya no tengo nada que sacar.
Ni para un lado ni para el otro me veo capaz de halar, ya no hay una balanza que me haga dudar necesariamente de las decisiones que tomo o que tomaré porque simplemente a los dos lados de la balanza no hay más que metal vacío, nada para poner en contra del otro, nada para vaciarse las manos o el corazón.
Alguna vez hubo dos tipos de musicalidad, de esas que resultan bien llamativas pero que son simplemente imposibles de mezclar porque aunque su única característica similar es que las dos son obras musicales, no podrían jamás escribirse en la misma partitura; sin embargo, debo admitir que después de todos esos compases, de todas esas notas que se escribieron, todo quedó limitado a un silencio de redonda a cuatro cuartos con signos de repetición infinitos.
Alguna vez fueron música, de repente ya no son nada, sólo hojas en silencio, en blanco, no dicen nada y no es un silencio incómodo, pero tampoco es un silencio que produzca paz, es un silencio neutral que aunque a veces da paz es simplemente detestable.
De lado a lado como las migas de pan se fueron regando sentimientos en el camino, en este momento no queda más que eso, las migas regadas de lo que alguna vez tuvo forma. Es increíble como la vida le paga a los demás el daño que le han hecho a aquellos que de verdad sintieron la música entre suspiros y que eventualmente no son nada más que aire malgastado. De letras inaudibles pasé a ser las canciones que reproducía la rockola de sus mentes perturbadas, me convertí en ese todo de la nada en la que esta "música" se convirtió.
Diminutas frases a las que sólo supe responder con monosílabos, son las conversaciones que dicen tener conmigo. ¿Acaso se puede sacar de tan hermoso código algo tan simple como un "te quiero"? Lo dudo, de ahí no hay nada que se pueda sacar, no hay nada que se haya librado de la caja de Pandora que tarde o temprano ha de destaparse y sin miedo a las consecuencias me mofo, me mofo de ridícula que fui y de lo ridículo que es, de lo poco convincente que me resulta creer en el amor cuando mi alma se encuentra en un perpetuo silencio, en una calma tan profunda que ninguna de esas dos melodías podrían llegar a atormentar. Ahora díganme, ¿quién juega más sucio?

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