viernes, 3 de febrero de 2012

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Entre las calles me perdí, me sumergí en las cenizas del otoño, me fasciné por lo inexistente. Los océanos ya no me sabían a sal, los ríos dejaron de ser dulces, todo se convirtió en simple agua, de esa que corre por el lavamanos, la que sirve para bañarse, para lavar los platos, para cocinar, todo me pareció lo mismo. El frío corroe la sensatez, de repente es difícil diferenciar entre la realidad y los espejismos que se proyectan en mis ojos cada vez que me parece conocer algo nuevo. Entre tanto y tanto preferí irme por la tangente, olvidar por unos segundos qué era toda esa belleza estética que me rodeaba y entonces me volví parte de las cenizas, de cada sonido, de la equivalencia, de lo igualable y lo inigualable, de lo tangible y lo que me resulta poco tangible.
De repente entrelazando caminos, enredándome en el pavimento, en el cielo, en los pasos, en las voces desconocidas me aferré al amor que estos me producían, pensé en encontrar una persona entre tantas, pensé en tocar a alguien tan duro como el pavimento pero tan inspirador como el cielo, tan ilegible como las voces y tan constante como el viento, pero difícilmente lograba concluir un par de palabras con seres de mi alrededor, difícilmente me motivaba alguien a surcar entre palabras para finalmente llegar a ese punto donde realmente deseas o más bien, ansías verle nuevamente. +S.E.E.M.P+

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