miércoles, 3 de febrero de 2010

+Letargos+

El cielo se encuentra turbio y las paredes rocosas de la playa se encuentran vacías al alba, bañadas con el pequeño rocío de la madrugada. La arena descansa al igual que nosotros, y la cabaña de madera con luz amarilla ilumina al tiempo que empieza a salir el sol.
Narraciones, unas cuantas historias de salvaciones y demás, bajo un cielo púrpura, llegaron devolvernos la vida, aquél pasado que arde aún y que nos mantuvo hasta el amanecer mojándonos los pies al ritmo de la marea. Esta noche jamás la olvidaré, debo decirlo. No quiero que se acabe la noche ni que llegue el día porque es factible que si se va, puede que jamás llegue a volverle a ver, a tocar, así como pensé que sucedería varios años atrás.
Tan delicada, tan sensible, tan suave, siempre se marcha dejándome impregnado su olor en cada uno de mis poros, sin poderle olvidar, sin poder olvidar que la amo aunque no pueda estar con ella. Estoy destinada a vivir sin ella así lo quiera impedir, por eso cada segundo que pasa intento impregnarme de su olor y memorizar cada espacio de su cuerpo para así poderle recordar como es, como me quema, como simplemente ella puede hacerlo...
El viento entra por la ventana mientras ella duerme, y yo espero que llegue el amanecer para saber al menos cuando se irá, una vez más, haciendo de cuenta que nada sucedió la noche anterior, haciendo de cuenta que soy alguien más en su vida, aunque sabe que me tiene un aprecio especial.
Recuerdo años atrás, en esta misma cabaña que sólo me atrevo a visitar con ella por todos los recuerdos que me trae, cuando pasábamos la noche entera contando las estrellas, impregnándonos de sal, de arena, de besos, abrazos. Recuerdo amarla pensando que estaría conmigo para siempre, pensando que jamás se acabaría ese amor del que los demás hablaban y en el que yo no creí jamás... después se fue un día y jamás volvió, jamás me dijo adiós.
Recuerdos, tantos recuerdos y aún le sigo amando como lo hacía cuando la podía tener dentro de mi, en mis brazos, mientras la amaba en presencia del aire arenoso y rocoso despiadado que esa mañana me robó el aliento, el alivio.

¿Te irás de nuevo? ¿No me llevarás contigo?
Te extrañaré tanto cuando te vayas... por eso espero el amanecer para al menos saber cuando te saldrás, para saber al menos en qué momento cruzaste la puerta y correr tras de ti para besarte así sea por última vez, para sentir tus labios fríos como el rocío de la mañana, tan frío como el agua del mar, tan frío como sólo tú lo sabes hacer...

Bienvenido sea el comienzo de este corto mes y de este largo olvido...

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