jueves, 13 de agosto de 2009

+Franqueza ante todo, o al menos eso dicen+

Abstinencia, simple abstinencia al miedo, a la locura, a la desesperación, a la injusticia y a aquellas palabras vacías que normalmente frecuentan mi mente y mis oídos.
Defectos de una escasa inspiración y fuentes de palabras poco concretas que me llevan a una sola idea que no logro redondear del todo, pero que al menos existe. ¿Y ahora qué? ¿Qué es aquello que debe llegar y por lo que tanto tiempo he esperado? Aún no sé quiera si he estado realmente esperando por algo, no sé realmente si tengo un sueño el cual me dice cada noche que recite palabras bajo el cielo estrellado que se posa sobre mí al acabar el día.
La eterna frialdad, esa que nos hace humanos característicos, y que cada vez que obtenemos lo que queremos simplemente lo abandonamos por algo que no nos pertenece. Eso que desearíamos tener con todo ese anhelo que tuvimos mientras esperábamos por aquél primer, que ya hemos desechado, pero que en su momento tanto anhelamos...
Siento que todo se enfría, que a medida que mis palabras me gritan que les escriba ya no sirven de nada, sólo sirven para adornar eso que ya no existe, eso que fue pero que ya no es y que jamás será.
Ilusiones voladas, remedios que jamás llegaron a curar mi eterna espera, aquella rueda que gira sin parar conmigo adentro y que cada vez más me marea. ¿De dónde salen? ¿Dónde estaban escondidas?
No puedo sostenerme a algo que me hace deslizar cada día más a la lejanía, a donde ya no se encuentra aquello que anhelaba, al mismo vacío de siempre, a la poca lealtad y a los efímeros deseos de soledad anticipada que tuve hace algún tiempo.
¡Cómo me consterna, cómo me lleva al caos! Un desdeñoso deseo de poca admiración me hace suspirar; subo a aquél tren donde me siento por horas a pensar en lo que no hace sentido, en aquello que me ha llevado a este punto.
Necesito magia, necesito de nuevo recorrer aquellas calles sin pensar en la frivolidad y el miedo que me causaba parecerme a aquellos, aquellos que me miran a los ojos sin pensar realmente que también siento. Aquellos que sonríen pero no saben porque sonríen y sin saber lo hacen por miedo. Aquellos que se evaden incluso a ellos mismos.
¿Qué es eso que no entiendes? Las palabras se convirtieron en tus silencios favoritos, y yo con ellos sólo puedo ocultarme tras mi sombra y llorar por cada uno de ellos; por cada una de aquellas palabras que jamás pronunciaste y que se quedaron estancadas en la mitad de tu garganta apretada por aquél nudo, que por cierto, aún no sé de donde proviene.
Me gustaría saber cuál es tu juego, pero no sé si realmente quiera seguir con esto, no sé si realmente quiera seguir llorando en silencio noche tras noche rogando para que acabes con tu ausencia.
Adiós, he dicho.

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