domingo, 16 de octubre de 2011

+Las estrellas para los lunáticos, para mí dos tragos de soledad+

Una oda por el nudo mental; una oda a las letras, a las palabras y a lo precisamente indescriptible; a tantas puertas cerradas con el deseo de ser abiertas y al deseo de cerrar las que fueron abiertas por la susceptibilidad.
Me recordé hace un par de días y me recordé frágil y sensible, me recordé dividida en una dualidad poco comprensible, entre dilemas y palabras, entre odio y algún otro sentimiento que realmente no sé si pueda llamarse amor. (¿?) Me recordé firme ante la susceptibilidad, firme ante una decisión ridícula de tomar, firme ante la palabra de un ser ajeno que llegó a gobernar cruelmente sobre mi vida, sobre la esencia de ella. Quizás se lo agradezco en parte, quizás agradezco que de repente las mofas frente al espejo no son al alma pero si al cuerpo, quizás me agradezco a mí misma por cada una de ellas en la mañana o al medio día después de despertar con los ojos expuestos a la luz del día y a la opacidad de unas cortinas que logran tapar el sol que yo no pude tapar con un dedo. A veces me gusta creer que soy dueña de un juego que ni siquiera yo misma he creado, pero claramente eso es algo totalmente ajeno a lo que vengo hablando sin poder parar. En fin.
Variando entre excusas, entre maneras de rechazar varias ofertas, entre maneras de deshacerme de lo que ni siquiera me pertenece, me vencí frente a la dualidad de ser o no ser, de estar o de simplemente ausentarme. ¿Para qué estar de cuerpo presente cuando el alma divaga bien lejos de las tierras? Bueno, ya está, darle contentillo a las personas últimamente se ha vuelto deporte entre paredes y vaya usted a saber a dónde me va a llevar tanta bazofia. Sí, asentir frente a los demás a veces se vuelve un juego, como jugar a las escondidas sin que los demás lo sepan, jugar a destiempos, a crear sincopas en mundos reales (o bueno, quizás irreales.) Es un juego que resulta divertido para el creador del mismo y no obstante, termina siempre alguien perdiendo y lastimosamente suele ser el que nunca ha jugado, pero bueno, no me desviaré más del tema principal, seguiré dando lata con tanto romanticismo y sentimentalismo.
Entonces, sí, me vi allí, bien sencilla, bien simple, postrada ante el espejo desconociéndome o mejor, reconociéndome entre letras, releyendo algunas tantas cosas que solía escribir antes con tanta pasión y por las que ahora sencillamente siento desdeño, siento sinsabor, como si jamás les hubiese conocido. Debo aceptar que a veces duelen las palabras que se leían tan degustables, dolió la sencillez y la inspiración con la que estaban escritas porque realmente se leían tangibles, reales, como si realmente en algún momento hubiesen existido y de verdad sí que extraño la sensación de espontaneidad que pude llegar a sentir en aquél tiempo, porque aunque frágil como una porcelana, pude verme envuelta entre caracteres bastante tangibles, esos que no necesitaban rebuscarse en medio de la imaginación para que tuvieran algún tipo de coherencia sino que fluyen de repente tan natural como la respiración, esa respiración entrecortada que a veces acompañaba esas cuantas letras que en su momento fueron todo menos efímeras. ¡Vaya diferencia! Ahora sí que escasea la coherencia y la pasión entre letras, entre lineas; ahora sí que es difícil sentarse a escribir sin distraerse de repente con cualquier nimiedad que se atraviesa por enfrente.
Ella (y cuando digo ella, me refiero a la inspiración) fue la motivación que muchas veces necesité para sentirme jodida pero que muchas otras sirvió para sacarme de hoyos profundos y oscuros, lastimosamente en este instante ya no queda nada de eso más que la noción de las letras escritas en el pasado, que por cierto ya se quedó bien atrás entre rimas descompuestas y terciopelo desgastado. (...)
Pero aunque suene triste no lo es ¿sabe usted? No es triste en lo más mínimo, es simplemente corrosivo haber perdido el alma en las letras pasadas y ahora estar forjada a las rocas de la cascada, a la frialdad que se expone ante ellas, a la soledad que produce el consuelo de un encierro permanente. (Como si usted supiera a qué me refiero...)
Ahora entre rima y puro teatro escribo un par de pasajes bastante lejos de un viaje, escribo pasajes de lineas, ya sabe usted, esas que uno empieza a escribir de repente en una noche de domingo y que simplemente no tiene que pensar porque los dedos se deslizan suaves y solos sobre el teclado, entonces se dice a sí mismo "bueno, parece que ya fluye" pero a diferencia de antes, lo que hay hoy entre lineas carece de coherencia y de sentido y se siente un poco frustrado pero feliz de no estar en la posición que estuvo tiempo atrás cuando todo se leía tan "bonito." Parece real ¿verdad? Pues yo aún no sé si lo es, pero la verdad no me importa si es uno de mis tantos mundos paralelos o es mi Alterego pronunciando palabras por mí. ¿Ya qué más da?
Y entonces se halla allí, buscando el principio en el final y el final en el principio y se siente un poco desorientado entre sus propias lineas, e incluso le cuesta creer que haya sido usted mismo el que se atrevió a escribir tanta barrabasada pero definitivamente ahí está usted, entre las lineas, disperso, pero allí está cuestionándose si realmente ha sido usted y bueno, se convierte en un círculo vicioso, así que opta por seguir con el texto sin mucho importar si está postrando el comienzo en el medio de este porque ni siquiera tiene claro cuando acabará...
(...)
Entonces ahora la lluvia y el frío como excusas, las cobijas como refugio, la calidez de algunas palabras que no llenan los vacíos pero que al menos logran amenizar las madrugadas que prefiero no invertir en sueño porque conozco bien el ritual antes de dormir y me siento horas enteras a ver como los caracteres que mi cerebro reconoce toman una forma casi indeleble y llega él mismo a convencerse solo de que quizás la próxima vez será diferente. Claramente el engaño mental es el mejor de todos porque aunque se es consciente de la realidad, por supuesto jamás se aceptará a sí mismo que es una mentira. Y entonces entre sueños el frío, por eso empecé a temerle a Morfeo entre lineas, empecé a temerle a Morfeo cuando me llamaba a los sueños, cuando finalmente estaba en el umbral ese del sueño prolongado y empecé a temerle a las mañanas que eran el único escape. Mi escape se convirtió en la jaula donde empecé a conocer la verdadera sensación de desespero, de desprendimiento.
Curiosamente ahora las mañanas en vez de oler a café huelen a compromiso, a veces me arrepiento de haber abierto una de las tantas puertas que medio abrí para dejar colar un poco de viento nuevo porque resultó más contaminante que el que se hallaba conmigo entre moléculas de dióxido de carbono, entonces comenzó el rebusque de la libertad, esa libertad que ahora añoro pero que probablemente rechazaré cuando le tenga entre mis manos. Curiosa la vida ¿verdad? Cuando se está de alguna manera u otra siempre se busca lo contrario para buscar una supuesta estabilidad que no se tendrá nunca ni con el balance de los contrarios y ahí es cuando me dijo "¿Por qué siempre con tantas palabras en la punta de la lengua y tan pocos cojones de decirlas?"
Vaya sensación es aquella sensación dual donde los cuerpos necesitan una dualidad (valga la redundancia) para sentirse cuestionados, entonces nada les llena, todo es simplemente vacío, pero entonces se pierden entre letras fantásticas que en su momento no lo fueron y ahí están otra vez tratando de encontrar sensaciones entre lineas pasadas, quizás untándose de un poco de inspiración pasada que parece haber terminado siglos atrás. ¡Ja! Vaya, como si en realidad la fueran a encontrar.
Y como refugio real la música, esa que se cuela por entre los poros, realmente el único escape medianamente coherente que no se puede ver más sí se puede sentir y allí se llega al punto final, al unto indeleble, se llega a la codicia, a la soledad, a la verdadera cara del alma y las alas imaginarias que se alzan entre nubes; allí nadie ha sido capaz de llegar en algún momento y eso es lo que precisamente me hace dudar. Lejos, bien lejos es que finalmente se encuentra un punto intermedio, sin embargo este jamás le llenará el vacío, jamás podré postrar una clave de sol en la luna, porque bien lógico, es de sol aunque no sea el mismo concepto y me quedaré entre lineas antes que entre estrellas. No pienso arrancarlas del cielo para dárselas a nadie ni espero que nadie lo haga porque el romanticismo se quedó en el pasado, en las letras que me recuerdan quien fui y quien jamás pretendo volver a ser.

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