domingo, 6 de junio de 2010

+Desasosiego y desvelo+

Se hielan mis palabras dentro de mi boca. Mis labios humedecidos por mi saliva se congelan mientras trato de reproducir con mi voz aquellas palabras que dentro de mi se congelan. Encima mío un cielo azul que me mira con recelo, nubes que soplan a medida que se mueven y me refugian en su color gris tormentoso. Mi alma grita internamente, me produce pensamientos extraños, es una especie de desdeño, es una especie de todo y de nada; es un recuerdo que me perturba, es una noche sin luna ni estrellas, una oscuridad perpetua que me invade por dentro bajo el sol de aquél cielo azul celeste que me regala su luz, pero que resulta siendo tan sólo una luz artificial que no me calienta como tal, que me ahoga, que me sofoca.
Dentro de mi una tormenta, truenos y relámpagos me cohíben de claridad, sólo una fuente de musicalidad uniforme que retuerce mis entrañas, que me hacen sentir ridícula, que me hacen desplomarme ante el reflejo de un recuerdo que arde muy adentro son aquellas que me hacen recordar cuan humana llego a ser en momentos de desespero como este.
Respiro sin calma alguna, una laguna mental me invade, me susurra por dentro que es mejor no sentir, pero es algo que no controlo, que no me deja ser lo que realmente soy en momentos como éste. Sigo respirando sin calma, como si el alma se fuese a salir de mi cuerpo, como si no pudiese soportar más esta oscuridad y este hielo que me congela constantemente. Y entonces es allí cuando me desplomo, cuando no existe ningún tipo de claridad y ningún tipo de pensamiento que pueda cambiar la situación. Sólo soy consciente de mi existencia pero realmente desearía no ser consciente de nada en ese momento, sólo quiero desplomarme y dejar que mi alma despegue y salga por la ventana.
Entonces me quejo conmigo misma, me culpo por todo y por nada, me culpo por el desgano, me culpo por llegar a un clímax inesperado, me culpo por no poder ser lo que deseo y por no poder tener aquello que anhelé tener pero que nunca fue del todo mío. Pero qué es lo que digo, ¿cómo es factible? Jamás fue mío, jamás fue así, ¿cómo pude pensar eso alguna vez? ¡Qué egoísta! ¡Qué ridícula! Realmente me aturde el pensar, el sentir, el vivir. El regocijo con el que el mundo entero avanza mientras yo me desplomo levemente. ¿Ahora qué?
Me tumbo sobre mis rodillas y opto por llorar, por auscultar todo aquello que oculté durante bastante tiempo; decido entonces tumbarme sobre mis propias palabras, sobre mi alma y decido salir por la ventana cuando la puerta está abierta. Opto por entregar lo que jamás debí, opto por ridiculizarme ante un montón de brillos intangibles, destellos inaudibles. Detesto el hecho de ser débil de no poder mantenerme parada sobre los pies, con los pies en la tierra, detesto el hecho de no poder acudir a mi misma cuando lo necesito por ser tan cobarde, por dejarme derrumbar por mi humanidad.
Tiendo entonces a desaparecer, a respirar por inercia, con miedo, con la pizca de orgullo que rescato dentro de tantos objetos y sentimientos que decidí dejar en el camino para que una ilusión corriera tras de mi pero que por supuesto me quedé esperando. Siento rabia, nunca llegó, nunca fue, todo fue un simple espejismo, todo fue nada y la nada lo fue todo para mi. ¿En qué momento llegué a ser parte de este sueño que en pesadilla ha de convertirse?
Cada día duele; duele y hace estragos sobre mi espalda, me encoje, me atrapa y a veces me hace pensar que no deseo seguir más, que sólo desearía dormir y despertar sin memoria. ¿Qué he de hacer? No sé nada, no hay claridad, no existe un horizonte en este momento porque la neblina agobia mi visión, me hace pensar que es un camino eterno sin fin. Me llama la oscuridad, me llama el delirio, un deseo inalcanzable de dejar todo y dejar de luchar por aquello que jamás podré palpar con mis propias manos, con mis dedos.
Deseo saltar desde lo más alto, una caída libre sin fronteras, sin ilusión alguna, dejar que todo se quede atrás en lo más alto y bajar; bajar hasta lo más profundo de las aguas espumosas de la cascada, nadar y dejar que el agua me limpie, me lave y me libere de todos esos dolorosos sentimientos que me afligen, que me sumergen con la gravedad. Quiero dejar atrás todo ese peso que cargo sobre mi espalda y regocijarme, revelar todas esas visiones. Deseo ahogar los fantasmas, deseo ahogar los recuerdos y perder mi esencia, comenzar de ceros y no invertir más tiempo en lo innegable, deseo surgir, deseo que el agua limpie mis heridas y las cure sin miedo, que me libre de los miedos.
Tormento, tormenta, nada más que una simple tormenta de verano que empieza pero que no tiene fin a corto plazo. No encuentro el final, no encuentro más que lluvia, no encuentro más que brisa y delirio, voces que me gritan al oído lo que no deseo escuchar. ¿Qué más puedo decir? Nada, no puedo decir nada porque ya todo está dicho, simplemente debo conformarme con un posible alivio, con el factible alivio del contacto, del tacto, aquél que no es el mismo que estaba esperando, aquél que no espero, pero que sé que recibiré. No espero un arrepentimiento banal, sólo espero por algo que nunca llegará y que hace que la suciedad me invada, que me haga sentir el alma oscura y escasa de satisfacción alguna. No aspiro encontrar una simple excusa, no aspiro interpretar arrepentimiento por consideración, no espero compasión disfrazada de arrepentimiento, jamás, jamás deseo lástima pero al parecer eso es lo que inspira sentir. ¿Y ahora qué? ¿Qué más? ¿Qué hay más allá?
No quiero, no deseo, nada, nada, como siempre nada, desespero, pánico cobijado por lágrimas de sangre que es lo único que puede obtener mi rostro después de noches de llanto, de frías noches donde mi alma se cobija con su propia autocompasión, donde las letras duelen, donde al empuñar una pluma lo único que obtengo es dolor hecho veracidad.
No más, no quiero más, pero sé que aún no es suficiente... creo que nunca lo será.

1 comentario:

LIGIS dijo...

La inconsciencia es la monotonía del día a día, la consciencia es el sentir la vida tal cual como llega.