jueves, 11 de junio de 2009

+Scharlachrot+

Muchas veces me pregunté por qué el cielo era azul y porque este se desmoronaba gota tras gota mientras las tormentas pasaban. Creo que todos muchas veces nos preguntamos eso de chicos. También nos hicieron creer cosas irreales. A mí por ejemplo, mi padre me decía que en las tardes cuando el cielo se veía anaranjado con algunos visos rosa era que Santa Claus estaba horneando galletas para navidad, y la verdad es que le creí por mucho tiempo. Yo realmente creía que las galletas que comía en las noches de navidad en casa de mi abuela eran aquellas que habían sido repartidas a final de año por Santa Claus después de un largo año de horneo.

Sólo un cielo tan hermoso y de color escarlata se podría ver en este lugar. He olvidado con el tiempo como se llama, pero he de decir que es el único lugar que ha sabido llenar tantos vacíos que me dejaron los otros lugares donde intenté vivir.
Las mañanas son soleadas pero frías, el rocío baña las plantas y se siente que el aire que entra en los pulmones podría purificar el mundo entero y hasta el alma llena de heridas que me acompaña.
Debo decir que ya no sé donde me encuentro, he estado acá por algunos años, quizá treinta o más, o bueno, probablemente no lleve ni un año completo acá pero siento como si este hubiese sido mi lugar durante toda mi existencia.
No había encontrado nada parecido a lo que se siente pasear a solas bajo el cielo cenizo de abril, y tampoco recuerdo haber sido parte de los hermosos y lluviosos días de mayo puesto que sus nubes color ceniza encantan.
No podría pedir nada más, tengo la soledad necesaria para escribir a solas y sin ningún confidente aparte de las hojas blancas que he conservado durante tantos años. Aún me pregunto por qué motivo siguen siendo blancas en vez de amarillas. Los años deterioran todo. Todo se oxida y llega a su final, todo lo carcome, todo se acaba.
Un silencio interno ha ensordecido mi alma durante bastante tiempo lo cual hace que no hable mucho. Tanto dolor a final de cuentas sólo causa heridas que quizá nunca cicatrizan y que siempre van a arder igual o quizá más que la primera vez que las hicieron.
El sonido de las olas al golpear las rocas de los acantilados me hace recordar aquellos años atrás donde solía recorrer la playa con aquél vestido blanco. Aquellas hermosas playas que ahora son los escenarios donde se desarrolló aquella historia de verano, aquella historia que jamás podré borrar de mi mente.
Recuerdo cuando correteaba en aquellas playas de niña, dibujando mis huellas y recordando siempre, hablando con las olas quienes siempre me acompañaron en las noches estrelladas donde lanzaba mis memorias al viento, donde éste borraba mis lágrimas y las mezclaba con el agua de aquél mar cristalino que por esa época acarició tantas veces mis pies desnudos.
Me pregunto si las olas no se habrán olvidado de mí. Si bien es cierto, el mar guarda varios secretos y misterios; espero que también lo haga con los míos puesto que para esa época él fue mi único confidente.
La añoranza de amigos en aquella época marcó mi vida para siempre, siempre pensé que tenía algún problema, pero luego me di cuenta que el problema era de la gente puesto que hay personas que nacen para estar toda la vida solas, y entre esas, yo.
No negaré que quise ser amada como cualquier otra chica de mi edad, y aunque decían que era una niña hermosa, nunca tuve suerte con aquellos sujetos. Sin embargo, la resignación después de tantos intentos fallidos es lo que me hace soportar ahora la soledad quien es mi única compañía. Un tanto de ironía no podría hacerle daño a nadie ¿verdad?
No escribo para nadie y tampoco nadie escribe para mi, y por eso es que escribo tanto puesto que a quien escribo no existe y quien lo lee para mí es anónimo. No me interesa ganar dinero por hacer lo único que aprendí a hacer en toda mi vida, plasmar lo que pienso en papel o en el viento. Creo que a quien le pagan por pensar es como a quien le pagasen por respirar, me parece absurdo. Sin embargo, se da pago a quien tiene talento para plasmar aquello que siente de una manera delicada y armónica.
He de decir que al leer a quienes admiro por hacer lo mismo que yo hago, siento como mi mente danza por horas al ritmo de las palabras y como si fuese música, las palabras van quedando grabadas en mi mente una a una.
Me gustaría saber si alguien que alguna vez haya leído alguno de mis textos recuerda, al menos, alguna de las frases que escribo y si le queda también grabada en la mente.
Con el tiempo he aprendido que de nada sirve el dinero si no hay en qué gastarlo. Puedo tener millones acumulados y allí podrían quedarse puesto que no tengo con quien gastar aquello que me llega por vender mis palabras. Creo que si hubiese tenido la posibilidad de guardar mis palabras y nunca haberlas prostituido lo habría hecho, pues aunque ahora después de todo soy una escritora casi que reconocida, hubiese preferido guardarme todo aquello que he estado exponiendo en aquellos libros por los cuales he recibido dinero.
La prostitución de palabras es casi tan grande como la prostitución humana. Se ultrajan los libros al igual que a las prostitutas, se subrayan, se pierden y se botan al olvido después de que estas ya han cumplido su misión, y si es lo suficientemente bueno entonces se le recomienda a un amigo o se le regala en el peor de los casos. Así funciona, es un mercado negro y oscuro.
Recuerdo antes de llegar a la fama, recuerdo cuando subía hasta la cima de aquella montaña y me sentaba en aquella roca esperando a que el viento llegara a agitar mi pelo con la misma rabia que sentía yo en aquellos momentos de soledad donde sólo deseaba estrellarme una y otra vez contra el suelo hasta caer desmallada de tanto dolor. Recuerdo como sonaba aquella música y me recordaba que si no salía pronto de aquel lugar terminaría echada a la perdición. Aquella música que ya no puedo recordar pero que por tanto tiempo me murmuró con halos de tristeza al oído y yo no quise escuchar.
Sólo quise una noche al lado de alguien que me escuchase, al lado de alguien quien pudiese cerrar los ojos y dejarse envolver por aquél toque de mis palabras, por aquel dolor que invadió mi vida entera, pero esa persona jamás existió. Incluso dudo aún de mi propia existencia, dudo de la existencia de lo que me rodea.
Veía aquellas caras características de crítica. Siempre me observaban con burla y al pasar cerca de ellos sus comentarios hirientes terminaban por sacar mis lágrimas afuera. Las palabras se dispersaron en mi mente como forma de defensa propia y creo que debido a ello es que soy capaz de escribir todo aquello que he venido escribiendo a través de los últimos años de fantasía.
Todo se ha quedado suspendido dentro de mí hasta un punto máximo donde me intoxica y me quema. Si la vida consistiese en estar lleno de algo que no fuese cariño, podría decirse que yo estoy llena de palabras y nada más. Me pregunto cómo después de tanto despojo puedo seguir sintiendo al menos un poco como para escribir.
Aún me veo al espejo y trato de ver en mi a la persona que fui durante tanto tiempo en aquel hermoso acantilado. Aquella niña que mientras cepillaba su pelo rubio se sentía más vacía que cualquier ser humano que estuviese a su alrededor, aquella que creció antes de lo que debía, aquella que soñó con soñar junto a alguien, pero su sueño le fue negado. Aquella que hoy en día piensa que aunque intente engañarse a sí misma, ningún lugar fue construido para hacerle feliz a ella. Aquella que aún sueña con despertar de aquél sueño que más bien es pesadilla, y comenzar a vivir desde el comienzo para jamás volver a soñar.

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