miércoles, 4 de febrero de 2009

+Y que comience el juego+

Entre tantos sueños, deseos y tantos comienzos posibles elegí este. No será el mejor comienzo, no será el peor, simplemente es un comienzo para desatar ilusiones, para sonreír o quizá para llorar, simple consternación, simple inspiración momentánea.
Al ritmo de varios violines y otros hermosos instrumentos de cuerda me preparo para sonreír un poco aunque no siempre son sonrisas por más que las bellas notas de una tonada lo parezcan y así es que funcionan mis sentimientos.
Han sido noches parecidas, un dormir extravagante y lluvias varias que han hecho de estas bastante frías. Un cigarrillo o quizás dos, eso depende de la ansiedad que me invada, y acompañado de esta ansiedad a veces llanto. Una ansiedad inaudita me invade, un llanto inseguro logra apoderarse de mi de repente y cuando el cigarrillo se acaba, y cuando las lágrimas han cesado entonces simplemente pienso qué hacer de mi.
Vivo en vano y realmente espero por el cambio que sé que se aproxima, pero es difícil esperar por algo que no se sabe exactamente si llegará. Se siente una incertidumbre que se experimenta muy pocas veces en la vida, se sienten expectativas a bordo de barco pero no es factible que el barco llegue al destino que se espera, por eso es que no sé sinceramente qué debo decir o pensar puesto que al ser parte de nuevo de la monotonía empiezo a ser parte de un desespero que no había experimentado hacía bastantes días.
Pero bueno, ya me cansé de hablar de mí; ahora comienzo con lo que deseo hacer hace varios días. Aquí voy de nuevo con alguna de esas historias que les despeja la mente a algunos y a muchos otros les impide dormir. Aquí estoy desahogándome antes del cambio, estoy exfoliando de mi alma algunos pensamientos que me comenzaban a arrancar pedazos de esta cada vez que caían...

Confianza, eso es lo que muchos creen que puedo lograr en ellos. ¿Sabrán que jamás podré confiar en ellos como ellos lo hacen en mí? No puedo ser más que confidente para ellos porque cuando deseo hablar parece que todo se fuera muy lejos y de repente me sintiese mejor por una extraña razón que todos desconocen, pero me he dado cuenta de algo en los últimos días y es que le temo a la confianza.
Como sea, qué importa, jamás he sido buena confiando en la gente pero ellos confían en mí de repente sin temer. Pareciese que doy aquella imagen de confianza que nadie encuentra normalmente, sin embargo, he encontrado varias maneras de hablar sobre mí sin tener que decirle a los demás porque me aterra hacerlo.
Soy una mujer solitaria, quizá puede que me conozca usted como puede que no lo haga puesto que soy un ser bastante común y corriente y me temo que a usted poco o nada le interesará mi vida, aquel que lea estas hojas podrá pensar que soy un ser demente, desquiciado, aberrado o lo que sea y realmente hasta yo lo pienso sobre mí, para mi gran fortuna y para la suya seré un ser ajeno a su realidad; podrá ponerme el nombre que desee, es más, puede imaginarme como desee, puede ponerme la edad que desee y ya. Es simple, es un juego más como cualquier otro, soy un personaje creado por usted, o mejor, para ser más exactos digamos que usted es el "dios" de esta historia y me ha creado físicamente porque intelectualmente he cobrado vida y no se imagina usted de qué manera.
Se preguntará usted a qué me refiero, ya me imagino yo que estará usted muy confundido pues no debe saber de qué estoy hablando y eso es lo que más divertido me parece de este que es nuestro juego. Le contaré una historia antes de comenzar nuestra "dulce" tertulia que más bien es agridulce y que probablemente para usted sea el comienzo o tal vez el final de una de tantas historias...

Ella fue una niña solitaria desde que era pequeña. Soñaba, jugaba y se divertía como cualquier niño de su edad pero había una gran diferencia y era la soledad a la que fue supeditada toda su vida. Fue una niña que creció sola, una niña que empezó a ser supeditada a sus pensamientos existenciales desde que tenía siete años de edad. Su madre murió de una extraña enfermedad que jamás diagnosticaron los médicos y su padre, un carpintero, quedó a cargo de ella.
Su padre inconsciente de la soledad a la que supeditaba a su hija a diario salía a trabajar desde las 4:00am y regresaba a casa a las 10:00pm cuando su hija ya dormía, o bueno, al menos eso creía él.
Ella se valió por sí misma toda su vida, leía lo que sentía que le servía, comía lo que podía prepararse y dibujaba una que otra vez cuando le quedaba tiempo.
Antes de que su madre muriera su padre construyó un piano en madera para ella y se lo regaló en uno de sus cumpleaños. Su madre que era culta le enseñó a tocar el piano y ella lo tocaba cada vez que se sentía sola y deprimida. Al ritmo de la música producto de las teclas del piano y su inspiración derramaba lágrimas sin cesar hasta que lograba quedarse dormida abrazando su hermoso piano de madera, a las pocas horas se levantaba como si nada, secaba las lágrimas que se hallaban sobre este, preparaba su comida y la de su padre y se iba una vez más a la cama a seguir pensando, ¿y por qué no? a seguir llorando.
Su triste soledad la llevaba a depresiones de varias semanas y hasta de meses, y aún así su padre no lo notaba puesto que cuando se iba ella dormía y cuando volvía era lo mismo. Varios intentos de suicidio la caracterizaron a ella pero jamás lo logró así que mil veces maldecía su vida llorando de rodillas en su habitación mirando por la ventana, y en su cajón las esquirlas del espejo que había roto para proporcionarse los cortes en las muñecas.
Después de mucho tiempo y de varios intentos decidió no seguir intentándolo y fue cuando murió su padre dejándole sólo deudas y la casa de madera donde había vivido toda su vida. Ella cegada por la rabia que le proporcionaba el abuso de soledad de su padre y la rabia que le invadía la pérdida de su madre decidió quemar su casa y los recuerdos para irse muy lejos de allí y tratar de olvidar todo ese odio que sentía, y así fue, huyó lejos de allí dejando todos sus recuerdos, su piano, sus dibujos y litros de lágrimas secas en los pisos de su maldito hogar quemados y vuelto cenizas para comenzar de nuevo.
Emprendió un viaje hacia la ciudad de nuevo en una depresión que le carcomía el alma, y al saber que no tenía nada en sus manos de lo que pudiese valerse y ningún lugar a donde llegar, decidió pasar la noche bajo el cielo de una fría noche de otoño. Su primera noche bajo el frío en una ciudad grande donde podían pasarle millones de cosas, donde podrían abusar de ella o inclusive matarle sin que nadie se diera cuenta, o peor aún, que los que se diesen cuenta decidiesen callar puesto que nadie la conocía y por supuesto ella no conocía a nadie. Sin embargo, no temía a nada ni a nadie ya que en aquél momento sólo deseaba morir y estar lejos de aquél mundo que tan mal le había tratado.
En medio de su helada noche donde cada lágrima que lloraba le quemaba el rostro, no encontró más que aire frío y pensamientos vacíos hasta quedarse dormida bajo la lluvia que comenzó a caer después de la media noche.
Emparamada y tiritando de frío de repente se desmayó de hipotermia, pensaba que era el fin de todo pero no lo fue, al abrir los ojos de nuevo se hallaba en una cama gigante y con un médico abriéndole los párpados con los dedos y en su otra mano una lucecilla que le molestó bastante. Se levantó sobresaltada y confundida, alrededor sólo podía ver caras desconocidas, muchas criadas y el único hombre, un médico, o al menos eso parecía por su bata y por el maletín que tenía. El hombre pronunció unas palabras y se alejó con la que parecía ser la ama de llaves y mientras tanto ella preguntó a todas esas criadas las preguntas que cualquiera hubiese formulado después de despertarse en un lugar desconocido. Las mujeres le respondieron que le habían encontrado en la calle la madrugada anterior mientras la dueña de la casa volvía de una fiesta nocturna con las personas más adineradas de la ciudad. Ella sólo asintió con la cabeza y aún bastante confundida se levantó y se dirigió a la puerta de la habitación que se hallaba cerrada pero para su gran sorpresa las criadas le detuvieron y la hicieron volver a la cama recitando textualmente lo que la señora de la casa había dicho: "No permitan por nada de este mundo que esta jovencita se levante de su cama y mucho menos que se vaya de la casa, es una orden".
Ella confundida e histérica ordenó a las criadas que le dejaran salir pero no le dejaron y fue encerrada con llave. Poco tiempo después la dueña de la casa, o bueno, de la mansión apareció en su habitación y se sentó junto a ella. Ella consternada sólo le mira y le dice que desea salir pero la dueña de la casa le dice que no es bueno que salga puesto que está muy enferma y no es conveniente que le coja otro chaparrón en la calle porque moriría, lo que la mujer no sabía era que desde hace mucho ella intentaba morir y no le dejaban y eso era lo que la tenía bastante molesta.
Esta mujer cubrió todos los gastos de su enfermedad y le invitó a vivir con ella por un tiempo, sin embargo, después de algunos meses esta le confesó a ella un amor imposible lo cual hizo que ella saliera de allí rápidamente una noche sin agradecer por nada y se esfumó en el centro de la ciudad con algunas maletas de ropa esta vez, y con algo de dinero proporcionado por la mujer lesbiana que le había cuidado en los últimos meses sin ella saber que le amaba en secreto y que nada había sido en vano.
Molesta por su situación actual y en vista de no tener a nadie más en el mundo caminando por el centro de la ciudad encontró a la Madame más conocida de la ciudad la cual le ofrecía trabajo a toda mujer joven que veía en la ciudad y por supuesto a ella no dudó en hacerle la oferta. Sin dudarlo y sabiendo que era su única salvación aceptó su trabajo como prostituta y se fue a vivir con todas las prostitutas de la ciudad.
En su primera, noche su virginidad fue subastada y su odio hacia el mundo y hacia su suerte hizo que el dolor y su rabia se juntaran en uno solo desatando rabia y lágrimas, que a su vez, hacían que el hombre que la penetraba con poca delicadeza se excitara más. Varios años transcurrieron haciendo de ella una mujer más infeliz que la de antes y una prostituta a quien le interesaba mucho menos que antes su desastrosa vida. Se había convertido en la mujer a quien no le importaba nada, aquella mujer que no tenía ilusiones ni sueños y que se había convertido en un ser que sólo proyectaba rabia y dolor. Jamás tuvo amigos, sin familia y sin nada, sólo con dinero sucio ganado a base de sexo y alcohol. Su vida volvió al comienzo, soledad y monotonía, deseos inmensos de morir.
Una noche como cualquiera de las otras en uno de sus múltiples "servicios" en un momento de rabia mientras ella recogía algo que se le había caído al piso, el hombre al que iba entregar su cuerpo, golpeó una de sus nalgas con la mano haciendo que esto le proporcionara una molestia absurda hasta el punto que lo golpeó hasta cansarse y le dejó muerto sobre la cama de una de las múltiples habitaciones del burdel de su Madame. Madame se molestaría mucho, pero ella estaba más molesta que cualquiera en es burdel. Le cansaba ser una prostituta, le cansaba que los hombres desconocidos le tocaran, le molestaba depender de la prostituta mayor y odiaba seguir viviendo. No tenía muchas esperanzas de seguir viviendo y menos después de haber matado al alcalde, pero no le importaba, no le importaba que le amarraran en la mitad del pueblo y le quemaran, o le ahogaran o lo que fuera puesto que había esperado tantas veces morir que ya igual le daba. Sin embargo, no contó con tanta suerte pues le echaron la culpa a otra de ellas y a quien mataron fue a la otra. Ahora cargaba con la culpa de la muerte de dos personas y con lo demás que le atormentaba.
En una noche, después de terminar con lo típico, en una de sus noches de insomnio y tristeza se apagó la luz de su habitación y la cubrió un halo helado haciéndole tiritar por unos cuantos segundos y erizándole la piel. Su puerta se abrió y de ella se proyectó una sombra negra que entró a su habitación mientras ella observaba atónita la escena.
La sombra se sentó en su cama y le habló. Ella impresionada sólo podía observarle sin parpadear, era un hombre. El hombre le dijo que era un mago oscuro y que podría conceder cualquier deseo que ella deseara pero que cualquier deseo que ella pidiera iba a tener una consecuencia y que debía atenerse a ello. Ella ingenua y con deseos de cambiar su vida vendió su alma a cambio de un poco de felicidad la cual le fue concedida.

Se preguntará usted por qué le cuento esta historia, muy bien, seré concisa, esa mujer de la que he hablado todo el tiempo soy yo. He sido yo la mujer que ha sobrevivido después de tantas cosas, y aquí comienza el juego. ¿Quiere saber usted de que se trata? Supongo que después de la historia usted ya me habrá vuelto real, me puede ver como desea, y ese es el primer paso que quería que diera, ahora sigue la siguiente parte del juego y espero que quede muy clara para usted puesto que no pienso repetir ninguna de las instrucciones.
¿Quiere usted continuar?
Acérquese a mí y que comience el juego...

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