miércoles, 6 de junio de 2012

+Nocturne+

Entre discursos me fui perdiendo en la belleza de lo inconcluso, en la belleza de la vida. Eso de jurar amor eterno finalmente no va ni fue conmigo nunca. Error tras error, impulso tras impulso, uno que otro tropiezo me llevan a pensar que la soledad acompañada de música son mi única compañía en el camino por más que vaya auscultando almas, por más que vaya despedazando las rocas a medida que la marea va bajando o va incrementando su flujo sobre la triste arena derramada de la playa.
Alguna vez escuché las mismas palabras, ese adiós que me destrozó la vida en su momento pero que el día de hoy logró hacerme más fuerte ante cualquier tipo de situación. Alguna vez pensé que ese adiós fue triste y egoísta, pero ahora lo entiendo perfectamente porque entiendo que es estar absolutamente sofocado, porque entiendo que es dar lo poco que queda a cambio de un poco de tranquilidad, pero nada es suficiente para los demás y tampoco para mí y por eso decidí consumar mis últimas palabras en las despedidas sagradas, en las cartas que logré para nadie, en las canciones que escribí basándome en experiencias pero sin ninguna dedicatoria específica.

Depronto me vi con el alma pequeña, encogida pero sin daño alguno, viviendo una saga de historias algo patéticas que me recordaron un poco esa dualidad amorosa de twilight y que por estos días me dio absoluta vergüenza conmigo al rescatar. Me sentí adolescente, torpe e inmadura, como si muchos fueran a pelearse por mi amor cuando ni siquiera entiendo qué es, cuando ni siquiera tengo opción de dejarlo ser porque no lo siento por nadie y para nadie. Finalmente me sentí adulta nuevamente, a punto de llevar a cabo todo eso que se supone los adultos maduros deben hacer, pero me cansé de actuar de la manera que se supone adecuada. Definitivamente no me gustan las etiquetas, no me gusta seguir el conducto regular de las cosas, simplemente me gusta actuar a mi modo y no precisamente por una estúpida rebeldía, eso ya pasó, ahora es simplemente que quiero vivir a mi manera sin ataduras, sin más.

Miré por el balcón, el paisaje se me asemejaba mucho a una cara conocida, a un momento que no podía recordar, a una canción de tantas que me hacía sentir esa paz, ese amor por la vida que pocas veces se llega a sentir de manera permanente y luego me di cuenta que estaba con los ojos cerrados, escudriñando hasta lo más profundo de mi ser. Más adelante recordé que esa canción que sonaba de fondo era Moonlight sonata de Ludwig van Beethoven (...) ¡Ah! Como me gusta suspirar y luego aspirar hondo, casi que para tocar las fibras de los pulmones y del alma con las moléculas de oxígeno. Hermoso paisaje, hermosas musas sobre el pentagrama, luego las teclas del piano recordándome que si tengo el amor, que el amor lo puedo hallar en cada una de las notas musicales que salen de la banda sonora de mi vida...

Otra vez ese silencio, ahora me vi allí con los ojos abiertos y sin poder hacer mucho frente a la ventana de mi apartamento, mirando hacia afuera, viendo las calles sobrepobladas de gente, de autos, de ruido, de smog; de odio. Esta maldita ciudad, con su maldita gente, este maldito cielo que apenas se puede ver por entre los rascacielos. Ese maldito "aroma" a desdén, a rutina, a personas aburridas colgadas de tiempo, corriendo para ver las caras de sus jefes y como raro, todos los artistas apenas llegando a sus casas o acostándose después de las eternas y fabulosas noches de tertulia. Por eso es que los comunes les llaman vagos, yo más bien creo que son inteligentes, pues aprecian las noches tanto lluviosas como estrelladas para fingir que es hermosa la ciudad, para dibujarla, fotografiarla e incluso cantarla, pero qué va, no es nada, es sólo un espacio lleno de pirujas, amargados y de almas soñadoras reclamando por un espacio menos sofocante y triste...

Un atardecer más, una taza de café en la mano, esa nostalgia derramándose un poco por entre los ojos azules, la bata negra de los viernes y un blues en el downtown a lo lejos; uno de esos bien pobres con falta de escalas y de técnica. Yo aquí sentada, esperando sin esperar nada, escuchando una y otra vez Moonlight sonata seguida de Nocturne de Chopin escribiendo barrabasadas a las que llamo canciones y creyéndome dueña de este día a sabiendas de que el día es dueño mío.

(...)

Buenas noches.


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