jueves, 20 de marzo de 2008

Cenizas de Elisa

Una noche diferente a todas las demás. Un piano, una silla y una hermosa dama.
La dama sentada tocaba el piano mientras el viento dibujaba en el aire hermosas canciones. Las notas danzaban al ritmo de sus tristes melodías haciendo de la noche la noche más fría y oscura de todas. Una casa abandonada, y ella tocando bajo la luz de la luna que se reflejaba en su cara haciendo de ella un hermoso rostro pálido.
La pequeña llama de la vela que se encontraba encima del piano le iluminaba a duras penas la partitura que ella tocaba mientras la cera de la misma se deslizaba poco a poco hasta secarse antes de llegar a la parte inferior del candelabro. Una melodía tan macabra como las risas que escuchaba ella al fondo de cada melodía que tocaba. Mientras Elisa tocaba un hermoso vals que su abuela de pequeña le había enseñado, pequeñas voces de niños acudían a su nombre haciendo así que se perturbase. Cada noche se repetía lo mismo, por lo cual Elisa se había dado cuenta que a las almas de los niños les atraía la música que ella les proporcionaba.
Elisa temía contarle a su padre lo que cada noche vivía pues su padre aparte de amargado no creía en nada de eso. Sin embargo ella ya se había acostumbrado a sentir las voces de los niños presente junto a ella, mientras ella le daba conciertos de horas enteras a éstas.
Por un tiempo Elisa tuvo la idea de estarse volviendo loca, pero después de un tiempo se dio cuenta que no era producto de su imaginación.
Cada noche después de la cena Elisa se dirigía al piano sin importar que su padre apagara las luces de toda la casa. Lo que Elisa no sabía era que su amado padre se dormía escuchando tan bellas melodías en secreto debido a que éstas lo arrullaban, y le producían hermosos y profundos sueños.
Elisa era una dama de pocas palabras, refinada y de clase media, alta. Contaba con la belleza de su abuela y su madre que murieron cuando ella tenía nueve años. Desde ese entonces Elisa se dedicó solo a practicar piano para recordarlas, y así sentir su presencia cada vez que ella quería.
Siempre fue una mujer delicada, y de bellas facciones a la cual no le interesó nunca conseguir amigos o amigas. En la escuela era callada y siempre andaba metida en sus asuntos sin cruzar unas sola palabra que no fuera escolar son sus profesores y compañeros pues siempre había pensado que la gente era totalmente ajena a sus intereses. Era una mujer absolutamente asocial.
Elisa llevaba una vida normal dentro de los parámetros normales de ella porque aunque era una mujer callada y tranquila para sus compañeros de clase e incluso para su padre, era el ser más extraño que habían conocido en toda su vida. Su padre creía que Elisa en su niñez había sido feliz, pero se equivocaba pues en los recuerdos de la mente de Elisa, solo había tristeza y dolor. No siendo suficiente con la muerte de las dos única mujeres que amó alguna vez, Elisa había sido maltratada por una malvada niñera que frente a sus padres era amable y le quería, pero cuando la dejaban sola con ella en casa ésta no hallaba la manera de encontrar cualquier pretexto para maltratarla.
Su padre trataba de preocuparse por ella, pero Elisa era un ser totalmente ajeno a su padre y al resto del mundo. Él trabajaba todo el día, por lo cual ella permanecía sola entonces su confianza absoluta era de un pequeño diario que llevaba, y sus pequeños gatos que al parecer siempre le habían sido muy fieles.
Elisa había sufrido depresiones, intentos de suicidio y hasta problemas alimenticios, pero su padre nunca supo de ello, pues permanecía eternamente ocupado con cosas del trabajo. Todos estos modos de llamar la atención, pero al final Elisa se había dado cuenta que nada iba a funcionar, y que si tomaba una decisión era seguir viviendo con resignación y soledad, o morir. Prefirió seguir viviendo, pues aunque ganas no le faltaban de matarse, todo para ella era absolutamente neutral. Para Elisa entre la vida y la muerte jamás hubo diferencia ya que nunca le temió a ninguna de las dos.
La música para ella era un modo de escape y de expresión, al igual que escribir en su pequeño diario. La verdad es que Elisa jamás soñó con tener una amiga incondicional como en las películas solían mostrarle y de hecho tampoco nunca soñó con tener tantas muñecas que su cuarto en vez de tener paredes, tuviera tela. Sin embargo su padre siempre pensó que a ella le encantaría tener el cuarto lleno de juguetes y muñecas por lo cual las tenía todas en una repisa para que su padre no se sintiera mal y pensara que ella era feliz como aparentaba ser delante de ella.
Elisa no lloraba muy seguido, y cuando lo hacía, lo hacía en silencio consternada por la lluvia que se deslizaba por su ventana abrazada quizá a alguno de los felinos o a su diario donde después de llorar, escribía tristes versos, o algunas melodías para tocar en la noche después de la cena. Y en otoño lloraba al ver las hojas caer, pues le recordaba a su abuela recogiendo hojas de todos los colores para hacerle coronitas que fueran de acuerdo con sus vestidos. Sin embargo Elisa podía estar muriendo, pero nadie jamás la vio llorar.
Un ser lleno de tristeza, un ser melancólico y solitario al que solo le importaba seguir viviendo quizá por ver a su padre feliz aunque siempre estuviera amargado, pero quizá solo por darle la satisfacción de que esa hija perfecta y "feliz" se sentía feliz, y nunca lo había defraudado ni le había mentido.
Cuando Elisa tenía quince años un día a las 3:00am su padre la llamó con urgencia por lo cual Elisa corrió rápido, pero cuando llegó a la habitación su padre estaba en el piso, muerto.
Para el Elisa el mundo se desvaneció. Ella se preguntaba por qué a ella, y no encontraba la respuesta, pero después de la tercera muerte en su vida, ella ya se había acostumbrado al hecho de tener de su lado más muertos que vivos.
Elisa siguió viviendo su vida normal, aunque sin derramar una lágrima por la muerte de su padre, porque aunque lo amaba infinitamente, no le causaba melancolía el saber que su padre estaba mejor que ella. Al parecer le causaba incluso hasta envidia positiva.
Una tía abuela de ella llegó desde algún lugar lejano (que por cierto a ella nunca le interesó saber cual era) para cuidar de ella, al menos hasta que tuviera la mayoría de edad. Elisa jamás había escuchado sobre la existencia de la vieja, pero la verdad es que no hablaban mucho porque la vieja era igual de callada a ella.
La vieja tenía al rededor de ochenta y cinco años de edad, y solo hablaba con Elisa para lo absolutamente necesario.
Cuando Elisa ya cumplió los dieciocho años de edad, la vieja se marchó para su pueblo regalándole una cadena de oro y llorando algunas lágrimas (Que por cierto Elisa siempre creyó que habían sido de mentiras) y abrazándola como muestra de algún cariño lejano que alguna ve sintió por ella.
Elisa librada de la vieja no sintió nada diferente aparte de los ronquidos cada noche la vieja proporcionaba. Su vida seguía exactamente igual que antes, solo que ahora vivía realmente sola en una casa de tres pisos.
Su padre antes de morir había dejado un testamento dejándole todo a ella, por lo cual decidió vender la casa, y con el dinero pagarse la universidad y pagar el arriendo de un pequeño apartamento en el que se pasó a vivir para ahorrar gastos. Lo único que conservó Elisa fue el piano y sus dos felinos.
Elisa como siempre muy reservada si a duras penas saludaba a Beth, su compañera de apartamento. Beth era una mujer soltera que estudiaba literatura. Era sociable y tenía un grupo definido de amigos, los cuales llevaba al apartamento, y hacía reuniones.
Beth siempre quiso integrar a Elisa a su grupo de amigos pero Elisa desinteresada siempre se iba a dormir temprano.
Los amigos de Beth siempre vivieron enamorados de Elisa, más sin embargo a Elisa nunca le interesó un hombre, pues debido a las condiciones de su niñez, jamás supo cual era el significado del amor, y mucho menos de un beso. Elisa no era mojigata pues no se impresionaba si veía personas besándose, pero no le llamaba la atención tener amigos y mucho menos novio. Siempre vivía muy centrada en lo que le gustaba y en sus estudios de música.
Elisa en las noches siempre practicaba piano, y comenzó a componer letras para las canciones que componía en piano.
Al pasar de los días Elisa comenzó a relacionarse con una mujer de la facultad de artes. Era una mujer hermosa llamada Aleen.
Aleen era una mujer hermosa, parecida en los gustos a Elisa. Solitaria, y poco amigable. Tenían varias cosas en común, por lo cual se la empezaron a llevar muy bien.
A medida que pasaba el tiempo la amistad entre Elisa y Aleen fue creciendo, despertando en Elisa un sentimiento que jamás había descubierto. Como ya se sabe, Elisa nunca en su vida había tenido a alguien de su lado, al menos no alguien constante e incondicional pues todos los que ella alguna vez amó habían muerto, y esto causó quizá un sentimiento especial por Aleen.
Elisa llevada por la pasión, sentía algo que jamás había sentido por alguien. Sus sentimientos hacia Aleen comenzaron a ser bastante fuertes hasta el punto de querer besar sus labios con intensa pasión y de acariciar su cuerpo con absurda delicadeza.
Elisa consternada por la tristeza no sabía como actuar así que acudió a Beth, sin encontrar alguna otra salida que un consejo de alguien que siempre quiso brindarle una amistad. Al preguntarle a Beth, ésta se sorprendió, pero le aconsejó sin duda alguna.
Beth bastante asombrada por la confesión indirecta de su compañera de apartamento no dudó en pensar bien la cosas para aconsejar a Elisa de la mejor manera. Beth creía que diciéndole a Elisa que esperara un tiempo y que si Aleen le demostraba algo dejara que sucediera, pero en caso tal de que no sucediera nada, se arriesgara a confesar sus sentimientos por medio de una carta, era la mejor manera de salir de ese problema. (Que por cierto para Elisa nunca fue un problema)
Al pasar de los días Elisa estaba cansada de tanto esperar, así que decide entonces en vez de la carta invitar a Aleen a tomar un café. Aleen notó un tono de urgencia en la voz de Elisa, por lo cual se preocupó y atendió a la cita.
Elisa ordenó un café y Aleen ordenó un té de limón. Asustada Elisa se acercó al oído de Aleen y pronuncio con sus labios quebrantados y llenos de temor: "Esto es difícil y complicado, espero que entiendas".
Aleen preocupada insiste, pero Elisa no toma el valor suficiente, así que después de tomar el café Elisa le propone que vayan a casa de Aleen y esta sin ningún problema accede. Llegan a casa de Aleen, y Elisa se decide a besarla sin decir nada. Aleen se deja llevar, sin oponerse a tan hermosa acción por parte de Elisa, tomando entonces entre sus manos la cara de Elisa y fundiéndose en el primer y más hermoso beso que le ha dado una mujer, robándole entonces la virginidad de labios a Elisa.
Fundidas en un tímido pero a la vez hermoso beso Elisa y Aleen se pierden en el tiempo, así quitándose las prendas y sumergiéndose en el acto más hermoso de todas su vidas. Se besan, se tocan, y Elisa deja de ser la niña inocente jamás tocada que siempre había sido para ahora convertirse en la primera amante de Aleen.
Después de pasar toda la noche juntas y amándose de la manera más hermosa posible Aleen toma la iniciativa y le pide a Elisa con mucha timidez que deje el apartamento y que se vaya a vivir con ella. Así que Elisa cegada por el amor, hace las maletas y se va a vivir a casa de Aleen.
La relación entre Elisa y Aleen va creciendo bastante, pero desafortunadamente para Elisa un día en la mañana cuando ella sale temprano de casa, casi llegando a la universidad recuerda que dejó conectada la plancha, así que preocupada se devuelve rápido. Sube las escaleras agitada, y en el pasillo se detiene ahogada. Abre la puerta de el apartamento, y al dirigirse al baño de su habitación con Aleen, encuentra allí a Aleen con un hombre.
Elisa destrozada camina hacia la calle, y desesperada va a un bar gay en el downtown donde se embriaga y se va con una mujer.
Después de unos días de andar perdida Elisa decide ir por sus cosas al apartamento. Aleen destrozada se le arrodilla y le ruega que vuelva a casa, pero Elisa cegada por el odio decide ignorar las palabras de Aleen y coge las pocas cosas que ve regadas por ahí. Sale desesperada de casa por lo que se dirige a un lugar lejano.
Elisa se encierra en un cabaña donde hay un piano y se dedica a tocar con rabia y desahogar todo eso que lleva dentro de ella. De nuevo como al comienzo está ella sola sin nadie a su lado.
Aleen murió para ella, como todos los demás. Entonces es ahí cuando coge resentimiento a la vida.
En un momento de odio corta algunas cuerdas del piano y con estas se hace cortes en las muñecas, manchando así el piso con su sangre color púrpura como las flores que le había regalado Aleen cuando estaban de aniversario.
Elisa destrozada, y desangrándose propone el final de su propia historia.
Agonizando y ahogándose en su propia sangre es como Elisa decide terminar, y es así como la historia de Elisa acaba, cerrando entonces un nuevo capitulo de un libro que carece de principio y de fin.



1 comentario:

Beto dijo...

Hola! Decidí pasar por acá y dejarte un mensajito =)... eres una persona muy interesante y escribes muy bien, me gustaron mucho tus escritos, incluso, hiciste que me acordara de muchas cosas. Lamentablemente no hablamos muy seguido. Ojalá podamos tener una comunicación un poco más seguida. Cuídate mucho y que estés bien.