No entiendo aquél sentimiento que genera su mirada posada en el silencio y en el vacío. No encuentro el secreto que allí se halla y tampoco hallo sentido a esas palabritas que de repente forjan algo pero que luego se quebrantan con la voz. No entiendo la musicalidad de sus ojos ni el vaivén de sus manos, ni las cancioncitas que me grita el andar de su corazón con varios miedos de por medio.
Aquellas ilusiones que van y vienen, aquél viento suave y enérgico que se respira en cuanto a cada pequeñez que se halla tomada de su mano; eso tan poco claro es aquello que muchas veces me hace temblar, aquello que muchas veces deja mi mente en blanco y deja mi mirada perdida en la integridad de aquello que no conozco.
No me sobran los días ni las noches, tampoco las canciones ni mucho menos el pensamiento. Recorro las vías de mi mente una tras otra tratando de inundar de inspiración mi mente ya que es opio de mi cuerpo, trato de dejar que mi mente se oxigene, trato de pensar en lo que realmente no me interesa y me intereso por aquello que realmente no requiere un interés especial. Me veo en el espejo reflejada con mi cara mojada, por el rocío que adquiero después de tomar un baño, me centro en mi realidad, en la igualdad que no existe, en el balance "perfecto" y en la parcialidad que en verdad a mi parecer no existe porque siempre algo termina por manchar las sábanas blancas donde me refugio inevitablemente.
Es interminable, cavando espacios pequeños, cavando bajo la tierra, bajo los recuerdos, bajo el efímero perfume de la desidia, imaginándome a mi misma perdida en los reflejos, en las sombras, en los ojos esclarecidos, en aquellos ojos que son duales, en aquellos estados de ánimo que a veces queman, algunos otros que fastidian, ante todo ese sentimiento de inconformidad pero la lucha por no ser conforme.
Desmiento mis palabras entonces, desmiento lo que digo tan sólo por respirar un poco de paz, de aire fugaz. Las paredes blancas se manchan de aquél veneno letal, de aquél insomnio e intento sentirme bien como si esa fuera la medicina, pero es claro que al lamer las paredes simplemente me estoy envenenando un poco más, cada toque de aquella sustancia es aquél que corre por mis venas y que llena tanto como llena el vacío. Y entonces las páginas blancas, las letras nunca escritas, los días de verano donde el calor sometía cualquier objeto que llevase a su paso como lo hace el invierno al helar cada día un poco más, al congelar cada rama, las historias por contar se quedaron sin palabras, ahora sólo lamentan haber revocado cada una de sus palabras, cada ensayo fallido y cada canción que nadie pudo entender ni tocar, cada gota de flagelo.
Cada acción refuta con indecisión, con paraísos inalcanzables, con infinidades de preguntas sin respuesta y ese hielo raspa cada lazo indeleble con firmamentos desconocidos, con el verde sabor que tiene el prado recién cortado. Aflicciones que invitan a una copa de vino varias veces y que terminan por salir a flote en manojos intensos de impulsos desesperados por alcanzar la realidad embrutecida por los sentimientos que a veces le ganan a la lógica. Autoengaño, eso es. Para algunos el refugio, para otros la salida.
¿Y qué si va más allá? ¿Qué si se ha tropezado con uno por simple casualidad? Si va más allá lastima, si se queda en "aquello" también porque se ha tomado la distancia suficiente para sacarlo a relucir. Arduas noches desveladas por la incapacidad, por la falta de carácter y una invasión fortísima de impunidad. Un incremento de delirio con otro poco de fragilidad aumentada, pero aún así no hay motivo para dejar de sonreír. No quisiese dejar de lado que más allá de una gran vuelta hay infinidad de dulzura que envuelve el panorama. De repente es que no hay nada que sea del todo malo ni del todo bueno, probablemente se ve lo que se proyecta de mayor manera dentro de un cuerpo inútil a los ojos de quien habita allí, pero creo que no es suficiente, no vasta con eso.
Frígido panorama aquél que no quiere cambiar, aquél que desea que sus árboles se marchiten y dejen de lado el ínfimo centímetro que crece a lo lejos sobre las ramas, sobre los pastizales que muchas veces refugian más secretos que los mismos ojos de los que hablé anteriormente. Es que bien es cierto que no hay un fin concreto, todo se da por los bordecitos y hay quienes no son capaces de aislarse del todo de aquellos fluidos reinos de íntimos regalos ni del agua que corre por los ríos. No es más que eso, no es más que un camino lleno de altibajos que le roba suspiros a muchos, no es más que un tema, uno de tantos, uno que facilita un poco más la expresión, la inquietud y el cuestionamiento interior.
Fácil para aquellos que auguran pesimismo y negatividad, fácil salir saltando y construir puentes para sobrepasar los límites al borde, ya cuando se está cerca darse por vencido es riguroso, tenaz.
Adiós, adiós, adiós. Adiós una vez más a un ciclo y al comienzo de otro. Como llegó se irá, y con él los sueños, los aprendizajes y el gradual modo de obtener triunfos a partir de golpes bien dados. Adiós.
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